domingo, 24 de noviembre de 2013

Solentiname


No quería dejar de terminar de compartir lo último que vivimos Juan y el que os escribe, se trata de nuestra visita al archipiélago de Solentiname, después de haber recorrido el Río San Juan de arriba abajo. Al mismo tiempo, al volver a ver las fotos, me acuerdo de Juan que ya se marchó a España echándole así de menos. Y recibiendo al mismo tiempo a Teresa y Victoria. En fin, unos van y otras vienen, mientras que otros seguimos caminando por esta tierra tan llena de intensa vida.



¿Entonces, Solentiname? Aunque sea en unas líneas y en unas cuantas imágenes, como siempre. “Solentiname está en todas partes, es el principio de un mundo más humano, es una vida cristiana, no sólo esperando un mundo mejor, sino preocupándose por la paz del prójimo, por la paz en la naturaleza, por la paz en la comunidad.” “Es algo tan de Dios y de la tierra que es un lugar donde la poesía y la siembra y la cosecha no dividen a hombres en poetas, sembradores y aprovechadores, sino que constituyen actividades de una misma vida solidaria”, se llegó a decir en Alemania y Venezuela al respecto.


Y es que Solentiname es uno de esos lugares, como tantos de Nicaragua, que te hablan por sí solos de la historia vivida. En la actualidad tan solo queda el recuerdo de lo que fue esa vivencia tan intensa, pudiendo visitar algunas de las casas de aquel entonces y especialmente su iglesia, dedicada a Nuestra Señora de Solentiname. La cual se caracteriza por su sencillez y por las pinturas llenas de vida y color que reflejan algunos elementos de la vida de la isla, diseñadas por niños y niñas. ¡Qué bonitas!



Solentiname es un plácido conjunto de islas ubicadas al sur del lago Nicaragua, ya cerca de Costa Rica, compuesto por unas 36 islas. Las tres principales y más grandes son La Venada, San Fernando y Mancarrón. Es otro paraíso donde parece que el tiempo se ha detenido, muy característico por sus artesanías famosas en toda Centroamérica y por contener restos prehispánicos, especialmente de la cultura Nicoya. Pero también por haber sido un lugar significativo en la revolución sandinista, al mismo tiempo que el sacerdote, poeta y artista Ernesto Cardenal en 1966 formó una comunidad de campesinos y artesanos que se hizo famosa en el mundo entero por su vivencia tan encarnada del evangelio. Experiencia comunitaria que fue especialmente castigada por las tropas del dictador Somoza.

Hoy día, no solo queda el recuerdo sino su vegetación y belleza como una perla en el gran lago. También las casas de las familias pobladoras, siendo en su mayoría artesanas que se dedican a tallar la madera de balsa para hacer bellísimas figuras que han ayudado a mantener el nombre de Solentiname.



En cambio, en relación a esa vivencia comunitaria ha quedado el legado del inicio de los cantos de la Misa Campesina y el Evangelio de Solentiname. Un libro del mismo Ernesto Cardenal donde recoge el compartir de la experiencia comunitaria vivida, donde se comprueba la vivencia del evangelio encarnada en la vida de la isla, de su comunidad. Menos mal que en muchos otros rincones de Nicaragua, como de Latinoamérica y del mundo, hay nuevas y viejas comunidades que siguen abriendo caminos al Reino encarnado en la vida misma.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Río San Juan II



II ETAPA: Isla Diamante – Isla El Reloj (40km)
Al despertar al día siguiente en nuestras hamacas, descubrí encima de mi plástico (por si llovía) una araña considerable. Para entonces, Juan Aguilar, bautizado como “Botas blancas”, por el color de sus botas de hule, acababa de terminar de preparar el desayuno. Así que nos cuerpos siguieron reponiendo energías con el sabroso plato que nos preparó, como cada una de sus cocinas. Energías necesarias para afrontar los kilómetros que nos esperaban. A partir de este día nos iba a tocar remar más cada jornada.



Río abajo podíamos entretenernos disfrutando de ver cómo cruzaban de un lado a otro del río los tucanes y un sinfín de aves como el gavilán; las iguanas  y algún camaleón tomando el sol en las ramas de los árboles. Sin contar cómo pasaban de unas ramas a otras los monos araña y congo, dando unos aullidos espantosos. Mientras tanto esperábamos ansiosos poder ver algún cocodrilo o caimán.

Mientras tanto aprovechamos a cobijarnos del sol en otros de los afluentes del río, allí pudimos limpiar los peces que había pescado Manuel de buena mañana. De este modo casi teníamos la comida de ese día, más lo que llevábamos.



Continuamos remando y para refrescarnos pudimos tomar algún que otro coco helado, así como alguna piña, algo que se agradecía enormemente. Un rato después los dos hermanos Aguilar se pusieron a llamar a los caimanes hasta que apareció uno que consiguieron atrapar muy ágilmente. En tan solo dos días, cada vez nos quedaban menos especies que encontrarnos, de la gran variedad que hay.


Disfrutando de la flora y la fauna que se iba abriendo a nuestro paso, íbamos acercándonos al atardecer, siendo las horas que más me gustaban del día por la luz tenue que daba al río y la selva. Llegando esa tarde al ensanche de Boca San Carlos, donde confluyen en el río dos afluentes, uno de Nicaragua y otro de Costa Rica. Por lo que el cauce del río de duplicó al llegar a este punto, pasando de unos 250m aproximadamente a los 500-600m. Algo impresionante para mí, descubriéndonos ahí en medio, rodeados además de los árboles de las riberas que podían medir más de 50m. Estar ahí te hace sentirme sumamente pequeño.


Al caer la noche nos refugiamos en otra de las islas del río, la del Reloj; pudiendo haber remado un poco con las estrellas como testigos de nuestra aventura. Ya en dicha isla con un poco de fango pudimos iluminarnos con el fuego de cada noche, el cual se aprovechaba para cocinar. Acompañados siempre por alguna Toña (cerveza nicaragüense por excelencia), pudiendo seguir compartiendo entre bromas lo que había sido nuestra jornada.


III ETAPA: Isla El Reloj – La Tigra (Costa Rica) (40km)
Al amanecer continuamos río abajo, siendo en este día cuando por fin pudimos ver algunos cocodrilos aunque fuera de lejos. No dejándonos por ello de impresionar, alguno de los que vimos medía hasta 4 metros. Los cocodrilos son el principal peligro de este río ya que están a lo largo de todo el río, y cuando más se ven son en los meses de verano tropical porque hay más bancos de arena. Todos los años siempre hay alguien que muere por descuido por el ataque de alguno de ellos.



En este día pudimos seguir disfrutando de todo lo mencionado y de nuestra compañía. Además de tratar de pescar sin tener suerte esta vez. Remo a remo fuimos pasando las horas buscando las sombras de los árboles de las riberas, aunque desgraciadamente habiendo sido deforestado el lado de Costa Rica por una carretera que construyeron. Por lo que cruzándonos de un lado al otro del río, no dejamos de contarnos chiles (chistes) y adivinanzas que no cesaron de entretenernos y hacernos pensar. O platicar (hablar) con Manuel sobre su accidente dando gracias por estar nuevamente disfrutando de su paraíso, como él decía. Así hasta llegar hasta el punto en el que estaba planeado que pasáramos noche: La Tigra, en territorio Tico. Así hasta al día siguiente, donde nos llovió nuevamente de noche.

IV ETAPA: La Tigra (Costa Rica) – San Juan del Norte (40km)


Ya por último, habiendo recorrido 100km del río, nos quedaba arribar a la meta de nuestro sueño, teniendo que vencer el duro sol que hizo ese día y el cansancio que iba haciendo mella paulatinamente. Fue posiblemente el día que más nos dejamos llevar por la corriente. Así hasta ir acercándonos cada vez más al delta del río, con su posterior laguna y manglar. Siendo éstas nuevas panorámicas que nos ofrecía el río. Pudiendo llegar finalmente hasta San Juan del Norte, o también llamada de Nicaragua. Donde llegamos, como no, al atardecer con el asombro de algunos de los lugareños por la hazaña conseguida.


Ya al día siguiente, al no poder continuar nuestro viaje por el Caribe, como nos hubiera gustado, dimos media vuelta y nos dirigimos de nuevo a El Castillo para visitar al siguiente día el archipiélago de Solentiname. (Dedicada una próxima entrada).

Esta experiencia ha sido una pasada, creo que ha sido el mejor viaje que he hecho hasta ahora. El cual nos ha permitido al mismo tiempo desconectar y conocer otra realidad bien diferente a lo que conocíamos de Nicaragua, especialmente de Managua. Ha sido un contacto pleno con la naturaleza. Todo un regalo en el que cada noche no dejo de soñar con él. Ahora cuando me preguntan, no dejo de recordar este río tan lleno de vida y me viene tan solo un adjetivo: ¡Salvaje! Y no dejo de cuestionarme tampoco internamente si he estado en el paraíso.


viernes, 8 de noviembre de 2013

Río San Juan I


La semana pasada, tanto Juan Muñoz como el de la “Quinta”, aprovechando unos días de vacaciones, estuvieron en Río San Juan. Reserva de la biosfera declarada por la Unesco. Se trata de un río que recorre unos 200km del sur del país haciendo frontera con Costa Rica, uniendo el lago de Nicaragua (Cocibolca) con el Atlántico. Por este motivo los primeros españoles que lo navegaron, Adolfo Calero y Diego Machuca, lo bautizaron como el “desaguadero de mar dulce” en 1536. Rescato aquí un pequeño texto de las primeras expediciones españolas, que de 139 hombres tan solo sobrevivieron 9: "Cruzamos el Gran Lago con muchas peripecias. Nuestro bergantín enfiló hacia la unión de dos ríos en lo que parecía el final de esta Mar y Dulce (...) el desaguadero del mar interior y la salida al Caribe y España. Pronto los rápidos nos obligaron a seguir a pie. Las selvas eran impenetrables. Era difícil avanzar, el barro nos llegaba  hasta las rodillas y los mosquitos de la malaria no nos dejaban descansar. No debíamos detenernos, habíamos venido de tan lejos..."

Ciertamente si el río hablara cuántas historias contaría: de su relación con los indígenas que lo habitaban, las expediciones españolas, las aventuras de piratas, la lucha con los ingleses, la utilización del río como canal para atravesar al Pacífico desde el Atlántico anteriormente de la construcción del canal de Panamá a inicios del siglo XX. Sin contar por otra parte, las tupidas riberas selváticas del río siendo un espectáculo visual en las que habita una rica fauna de iguanas, cocodrilos, caimanes, serpientes como la boa y aves como el tucán o la oropéndula.


Todo lo cual daría para más de una gran novela, siendo todo un incentivo más para terminar de motivarnos a realizar la aventura que nos propusimos Juan y yo meses atrás. Teniendo la grandísima suerte de encontrarnos con Manuel y Juan Aguilar, dos hermanos naturales de El Castillo, que fueron los mejores guías que podíamos encontrar. Por lo que teniendo la motivación, el tiempo, el lugar y conformado el equipo, tan solo nos faltaba llegar y reunirnos para navegar y remar en canoa, durante 4 días, río abajo los 140km que separan El Castillo de San Juan del Norte, en la desembocadura del río.


Así que siguiendo el refrán: “A quién madruga, Dios le ayuda”. El sábado 26 de octubre salimos tempranito en bus dirección a San Carlos, para después agarrar una panga (lancha) que nos adentró en el río y nos llevó hasta El Castillo. Viaje que nos llevó unas 12 horas. Donde antes de llegar nos sorprendió grandemente que media panga se vació en medio del río, en tierra de nadie. ¡Eran nicas que estaban entrando ilegalmente en Costa Rica!


I ETAPA: El Castillo – Isla Diamante (20 km)
Antes de nuestra salida, mientras Manuel y Juan Aguilar, ultimaban los últimos preparativos pudimos visitar El Castillo, un núcleo de unos 2000 habitantes. Municipio del río coronado por la impresionante fortaleza Concepción, construida por los españoles en 1666 para controlar esta estratégica vía de comunicación fluvial. Castillo que sufrió varios ataques de piratas e incluso el entonces joven almirante inglés Nelson se atrevió con él, aunque le costara caer herido.


Ya río abajo, dando las primeras paladas con el remo, fuimos comprobando gratamente cómo teníamos todo el río para nosotros solos. Apenas pasaban ocasionalmente otras embarcaciones, pasando horas y horas disfrutando con la boca abierta del maravilloso regalo que nos ofrecía la naturaleza.


Conforme nos íbamos adentrando más y más, de vez en cuando, íbamos entrando a algunos afluentes del río. Los cuales nos permitían conocer otra cara del río, asombrándonos de cómo todavía más la selva abrazaba el río. El primer afluente en el que nos adentramos fue el Bartola, ahí pudimos descansar un poco y comprender mejor de donde puede venir el dicho: “Estar tumbados a la bartola”, pensamos nosotros.


Pero también tras pasar el primer puesto fronterizo militar, nos adentramos en la Reserva Natural de Indio-Maíz, poniéndonos antes nuestras botas de hule por el mucho fango que íbamos a pisar. Indio-Maíz puede ser una de las zonas de América más rica en fauna y en la que habitan diversas especies abundando los manatíes y el animal que mata saltando, el jaguar. Menos mal, por suerte o desgracia, que no nos lo encontramos. Esta reserva tiene una extensión de unos 2.640km2 y es considerada una de las pocas zonas de selva virgen que quedan. Presente durante todo la travesía cada vez que mirábamos al margen izquierdo del río, la ribera de Nicaragua. En esta reserva pudimos conocer un sin fin de propiedades naturales: el chicle natural, el camote (utilizado en infusión puede provocar la muerte), el caucho y así como otras plantas que se utilizan como anestésicos. Pero también algunos pequeños animales como dos ranitas: la Blue Jeans (porque sus patitas de atrás son azules) o la guerrillera (porque es moteada como si llevara camufle).


Al continuar nuestra travesía y al ir cayendo la tarde llegamos hasta la Isla Diamante, la cual se formó a raíz de un barco de vapor del siglo XIX, que llevaba ese nombre y se hundió en el río, permaneciendo todavía visibles algunos de sus restos. Un escenario perfecto para que Juan Aguilar se deleitara contándonos diferentes historias de miedo, como la del Mechudo, un fantasma que habitaba el río.