Si la Tierra es nuestra casa, ¿por qué la maltratamos? “Salvémonos, salvando
el planeta”, como nos invita Pedro Casaldáliga, y quienes sin distinciones viven en él. Como
pretendemos desde las CEB: “Quien defiende la naturaleza, defiende la vida. Si creemos en el Dios de la vida, luchamos por la vida defendiendo la
ecología”. Y si pensamos en nuestro prójimo, acaso… ¿No necesitará agua pura para
beber, aire limpio para respirar, un Buen Ambiente donde poder vivir?
Este blog será, la casa de Managua, donde poder encontrar algunas de las experiencias que relataré de mis pasos por Nicaragua. Periódicamente introduciré nuevas entradas para los interesad@s en conocer más de cerca la riqueza de esta tierra. Te espero, cada semana (este es mi propósito, un tanto ambicioso), con las puertas abiertas. Puedes añadir tu comentario sin problema. Gracias y un abrazo grande.
martes, 22 de octubre de 2013
III Festival Ecológico
lunes, 7 de octubre de 2013
Confianza
Esta semana pasada he recibido la visita de Kety, ha sido
una alegría para mí compartir directamente con ella, mi día a día en la semana
que ha estado en Managua. Sobre todo porque Kety puede ahora compartir parte de
la realidad en la que vivo desde hace 8 meses. La cual le ha encantado poder
conocer las CEB y cómo ella también me decía antes de marcharse: “Conocer y
vivir en la realidad así, te ayuda a tener los pies sobre el mundo”.
Dejándonos llevar por el acontecer de esta semana pasada,
antes de encontrarnos en el aeropuerto, a su llegada, a ambos nos sucedió algo
que ha sido toda una invitación…
Cuando salimos Jenny, su sobrina Carla y yo encaminados a
retirar una de las camionetas de las CEB a la UCA, donde vive Arnaldo, empezó a
caerse el cielo de Managua con un diluvio como hacía semanas que no lo hacía.
Por lo que mojados y ya con la camioneta, nos dirigimos los tres camino hacia
el aeropuerto como pudimos mientras el agua cada vez era más abundante en las
calles de la ciudad.
A mitad de trayecto, al detenerme en el carril izquierdo
para girar, nos dimos cuenta que era más adelante cuando había que hacer ese
giro; por lo que debíamos cambiarnos nuevamente de carril para continuar hacia
delante en el Boulevard Don Bosco. Al maniobrar suavemente, en esa intensa
lluvia, fue entonces cuando sin querer ni sentirlo golpeamos ligeramente a un
carro (coche) que estaba detrás y que no habíamos visto. Al que no se le
encontraba señal de lo que decía su conductor. Aprovechó nuestra parada en el
semáforo en el que nos encontrábamos para cruzarse impidiéndonos el paso.
Viendo cómo se bajaba del mismo un hombre con su hijo gritándonos.
Advirtiéndonos a que esperáramos a que llegara la policía. (Algo común cuando
hay un problema de tráfico. No pudiendo moverse hasta que la policía hace un
atestado).
A todo esto, no llevaba el permiso internacional de
conducir, ya que me lo había dejado en el Proyecto. (Todavía pienso que dicho
permiso es válido en Nicaragua, cuando España y Nicaragua no tienen firmado
ningún convenio al respecto). Por lo que llevaba únicamente mi carné español.
Nuestra preocupación era grande en un principio, al mismo tiempo que no
encontrábamos en la camioneta los papeles del seguro, más si llegaba la
policía. Por lo que nos tuvimos que rendir ante lo que nos sucedía con la gran
incertidumbre de no saber que nos iba a pasar. Ya eran más de las 7.00pm, hora
en la que llegaba Kety. Por lo que hasta después de estar esperando más de 20
minutos, y no llegar la policía, nuestros amigos del carro de enfrente se
cansaron de esperar y nos dijeron que nos fuéramos. ¡Ufff! “¡Pablito, cuánto te
quiere el flaquito que está ahí arriba!” me gritó Jenny mientras me abrazaba.
Ya solo nos faltaba llegar a por Kety, aunque fuera tarde.
Ya cerca del aeropuerto fue cuando recibí la llamada de
un número desconocido, ya que Kety no llevaba celular. Kety comentaba que no
habían podido aterrizar por la tormenta y que habían desviado su vuelo a San
Salvador, quedando a la espera. ¿Y ahorita de qué nos teníamos que preocupar?
Al llegar Kety a Managua, tres horas después, pudimos
alegrarnos de encontrarnos después de la
tensión vivida por ambas partes: de no poder llegar, por mi parte, cómo
preocuparse de comunicarse conmigo en tales circunstancias, por parte de Kety.
Ella estaba también muy preocupada por no saber al
principio cómo saber comunicarse conmigo. Al comentar su problema con uno de
los azafatos, inmediatamente su compañera de asiento, una mujer nica le prestó
su celular para llamarme. Tanto o más, que al llamarme nuevamente y comentarme
que si había problema se quedaría en un hotel. A lo que su compañera de viaje
le dijo que ella le acogía en su casa al llegar.
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