Miércoles
por la noche, salida a focos. Llegan al Proyecto Samaritanas Silvia, Ana, Lara,
Lesbia, voluntarias que apoyan en el trabajo de calle en la visita a los focos.
Después de un ratito haciendo tiempo salimos en la camioneta rumbo a la
carretera Norte y Masaya en Managua, al encuentro de las mujeres que se
encuentran en situación de prostitución.
Se
divide el grupo que somos esa noche y así nos vamos encontrando con una o
varias mujeres. Recorriendo la calle se produce un encuentro tras otro, a veces
limitado únicamente a un saludo y esperar recibir los preservativos. Otras
veces más que saludo, palabras de cercanía correspondidas y cuando se siente
más apertura por su parte también alguna broma que nos saca una sonrisa a
los/as presentes, iluminados por la luz de una farola en medio de la noche.
Los
focos son los diferentes puntos donde se suelen ubicar las mujeres en situación
de prostitución. Estas salidas se hacen desde Samaritanas semanalmente cada miércoles
y jueves. Tratando de aportar cercanía en medio de un medio y situación tan
hostil y violenta que sufren las mujeres que se encuentran en esta situación.
Por lo que no solo se entregan preservativos, también las escuchamos cuando nos
cuentan más de un problema añadido que les preocupa en ese momento. Por lo que
tratamos después de invitarlas al Proyecto, para poder atenderlas mejor por
medio de algunos de los recursos que disponemos en Samaritanas: bonos médicos,
becas escolares y técnicas, atención psicológica, acompañamientos para
diferentes trámites…
En
nuestro camino no faltan las preguntas por el padre (Arnaldo), quien inicio
estos encuentros nocturnos llenos de cercanía hace ya 18 años, dando a luz al
Proyecto al reconocer las situaciones y desatención de las necesidades de las
mujeres. Hoy en día no solo participan del Proyecto mujeres en situación de
prostitución sino cualquier mujer o sus hijos/as que sufre o está en riesgo
(prevención) de cualquier tipo de discriminación o violencia sexual: maltrato
intrafamiliar, incumplimiento de pensiones alimenticias, Explotación Sexual
Comercial… Tratando de brindar así una atención integral, como ya sabéis por
otras entradas desde esta ventanita.
Seguimos
con nuestro recorrido. También las mujeres aprovechan en ocasiones para
contarnos como se encuentran, qué problema añadido les está preocupando en ese
momento. “Ya no podía más, tengo que
darles de comer a mis hijos y no tengo, aunque sea un huevo y una libra de
arroz”. ¿Cuánto vale una libra de arroz o un huevo? Yo ya no lo sé, pero
parece que mucho más que lo que cuesta en el mercado o la venta de la esquina.
Para más de una mujer supone salir una noche a la calle, a vender o mejor dicho
violentar su cuerpo, para que sus hijos/as tengan lo necesario. Lo mismo puede
pasar en otras fechas especiales como Navidad, el día de la madre, inicio de
curso, etc.
Del
mismo modo, la otra noche pudimos escuchar las palabras de otra mujer que nos
contaba cómo fue su primera salida: “Tenía
mucho miedo y me daba mucha más pena (vergüenza), me temblaban las piernas y no
podía levantar la cabeza, estaba aterrorizada. El primer hombre con el que me
fui se dio cuenta, me pagó sin hacer nada con él y me dijo que mejor me fuera a
casa, que allí estaría mejor. Qué mal me sentí”.
Estas
palabras, para terminar nuestro compartir, me recuerdan a un encuentro en focos
el año pasado. Había una joven, mejor dicho adolescente que tendría unos 16
años aproximadamente, estaba sentada en un bordillo, encogida, no levantaba su
cabeza para nada. Al tratar de hablar con ella tuvimos que agacharnos y
sentarnos a su lado. Al sentir su miedo, sin palabras, una pregunta: “¿Es la primera noche que sales aquí?” – “Sí”
– “¿Tienes miedo?” – “Mucho”. Le contamos mi compañera y yo lo que era Samaritanas
y para despedirnos le dijimos nuestros nombres, diciéndonos ella su bonito
nombre en medio de su situación: “Esperanza”.