domingo, 18 de mayo de 2014

Focos

Miércoles por la noche, salida a focos. Llegan al Proyecto Samaritanas Silvia, Ana, Lara, Lesbia, voluntarias que apoyan en el trabajo de calle en la visita a los focos. Después de un ratito haciendo tiempo salimos en la camioneta rumbo a la carretera Norte y Masaya en Managua, al encuentro de las mujeres que se encuentran en situación de prostitución.


Se divide el grupo que somos esa noche y así nos vamos encontrando con una o varias mujeres. Recorriendo la calle se produce un encuentro tras otro, a veces limitado únicamente a un saludo y esperar recibir los preservativos. Otras veces más que saludo, palabras de cercanía correspondidas y cuando se siente más apertura por su parte también alguna broma que nos saca una sonrisa a los/as presentes, iluminados por la luz de una farola en medio de la noche.


Los focos son los diferentes puntos donde se suelen ubicar las mujeres en situación de prostitución. Estas salidas se hacen desde Samaritanas semanalmente cada miércoles y jueves. Tratando de aportar cercanía en medio de un medio y situación tan hostil y violenta que sufren las mujeres que se encuentran en esta situación. Por lo que no solo se entregan preservativos, también las escuchamos cuando nos cuentan más de un problema añadido que les preocupa en ese momento. Por lo que tratamos después de invitarlas al Proyecto, para poder atenderlas mejor por medio de algunos de los recursos que disponemos en Samaritanas: bonos médicos, becas escolares y técnicas, atención psicológica, acompañamientos para diferentes trámites…

En nuestro camino no faltan las preguntas por el padre (Arnaldo), quien inicio estos encuentros nocturnos llenos de cercanía hace ya 18 años, dando a luz al Proyecto al reconocer las situaciones y desatención de las necesidades de las mujeres. Hoy en día no solo participan del Proyecto mujeres en situación de prostitución sino cualquier mujer o sus hijos/as que sufre o está en riesgo (prevención) de cualquier tipo de discriminación o violencia sexual: maltrato intrafamiliar, incumplimiento de pensiones alimenticias, Explotación Sexual Comercial… Tratando de brindar así una atención integral, como ya sabéis por otras entradas desde esta ventanita.


Seguimos con nuestro recorrido. También las mujeres aprovechan en ocasiones para contarnos como se encuentran, qué problema añadido les está preocupando en ese momento. “Ya no podía más, tengo que darles de comer a mis hijos y no tengo, aunque sea un huevo y una libra de arroz”. ¿Cuánto vale una libra de arroz o un huevo? Yo ya no lo sé, pero parece que mucho más que lo que cuesta en el mercado o la venta de la esquina. Para más de una mujer supone salir una noche a la calle, a vender o mejor dicho violentar su cuerpo, para que sus hijos/as tengan lo necesario. Lo mismo puede pasar en otras fechas especiales como Navidad, el día de la madre, inicio de curso, etc.

Del mismo modo, la otra noche pudimos escuchar las palabras de otra mujer que nos contaba cómo fue su primera salida: “Tenía mucho miedo y me daba mucha más pena (vergüenza), me temblaban las piernas y no podía levantar la cabeza, estaba aterrorizada. El primer hombre con el que me fui se dio cuenta, me pagó sin hacer nada con él y me dijo que mejor me fuera a casa, que allí estaría mejor. Qué mal me sentí”.



Estas palabras, para terminar nuestro compartir, me recuerdan a un encuentro en focos el año pasado. Había una joven, mejor dicho adolescente que tendría unos 16 años aproximadamente, estaba sentada en un bordillo, encogida, no levantaba su cabeza para nada. Al tratar de hablar con ella tuvimos que agacharnos y sentarnos a su lado. Al sentir su miedo, sin palabras, una pregunta: “¿Es la primera noche que sales aquí?” – “Sí” – “¿Tienes miedo?” – “Mucho”. Le contamos mi compañera y yo lo que era Samaritanas y para despedirnos le dijimos nuestros nombres, diciéndonos ella su bonito nombre en medio de su situación: “Esperanza”.

sábado, 3 de mayo de 2014

Temblores

“Estamos aprendiendo a bailar con la tierra”, esta fue la expresión de un amigo, en tono de broma, después de los primeros temblores hace ya más de tres semanas. Está bien ponerle a toda situación un tono de humor, siempre nos ayuda, aunque la situación sísmica más bien nos ha puesto a todos y todas en estado de alerta. Tal y como nos encontramos hasta hoy, y no es para menos. Con esto no quiero alarmar más a las personas que desde lejos, al no estar aquí, os habéis preocupado al ver o escuchar las noticias que os llegaban. Sino que lo hago pensando en las familias que por ahora se quedaron sin casa, porque sobre todo los daños han sido materiales.


Estos no han sido los únicos temblores que se han sentido en el tiempo que llevo en Nicaragua, ya había vivido otros. Pero la novedad para mucha gente, más para mí, ha sido la repetición y sobre todo la intensidad tan seguida de todos los que ha habido en este período de tiempo. Cada día un montón, muchos de ellos imperceptibles, como pasa casi siempre en la región. Muchas personas esperaban un temblor más fuerte que el que desoló la ciudad de Managua en 1972. Y así fue, pero por suerte en ningún lugar habitado como en aquella ocasión. De ahí que durante varias noches muchas personas salieran con sus colchones a dormir a las calles o los patios de sus casas, escuchando por la radio todas las recomendaciones y la intensidad de los temblores que se repetían.

La preocupación no solo viene actualmente por los temblores, en lo que viene siendo la reactivación de sus 18 fallas que cruzan la ciudad, sino también por la posibilidad de erupción de dos volcanes: el Apoyeque y el Momotombo, a 7 y 40km respectivamente de Managua.


Por ahora, además del estado de alerta, nerviosismo e incertidumbre que ha provocado el estar en esta situación, se lamenta el fallecimiento sobre todo a causa de problemas cardiacos, teniendo yo constancia de 2 personas; así como las personas heridas que no llegarán a las 50. Como decía los daños sobre todo han sido materiales, lamentando así el daño de más de 4000 casas aproximadamente, ya que las revisiones de los ingenieros de la alcaldía ha continuado. Lo que ha supuesto el desalojo de unas 2000 personas también aproximadamente. Muchos de estos edificios en que vivían estas personas eran de los que quedaron en pie, en estado ruinoso, del terremoto de 1972.


Lógicamente, como suele pasar quienes sufren estas consecuencias son las personas más vulnerables, quienes ocupaban estas casas. Y cuantas más ahora que no serán demolidas tendrán que ser reparadas. Así también se han dañado varios centros de salud y un hospital que será demolido. Por suerte, el gobierno está haciendo un gran trabajo por tratar de reubicar a todas las familias lo antes posible en otras casas, en lugares más seguros. Mientras seguirán alojados en diferentes albergues que se han preparado para acogerles.

Por ahora seguimos en alerta pero llevando una vida normal, con todas las precauciones posibles. Quienes más lo están sintiendo ahora mismo son los niños/as y adolescentes que no han reanudado sus clases desde antes de semana santa.


Ante toda esta situación el susto no nos lo quita nadie, sobre todo después del primer temblor que la ciudad se convirtió en un caos durante unas horas. Ahora ya más tranquilos porque los temblores prácticamente casi ni se sienten. Salvo lo comentado arriba estamos todos/as bien, esperando que se quite el estado de alarma ya que se siente todo aparentemente tranquilo. Toda esta vivencia nos está dejando la sensación sentirnos y reconocernos frágiles y vulnerables, dependientes y pendientes no solo de la Madre Tierra. Más en mi caso en el que siento que en mi tiempo de estar en Nicaragua  se me ha removido el piso, haciéndome sentir así al vivir muchos contrastes que me están haciendo ver el mundo y la vida de forma diferente. Cuánto más después de este período en el que literalmente se mueve todo, digo yo, ¿no les parece? ; ) Una experiencia más que no olvidaré.