“Estamos
aprendiendo a bailar con la tierra”, esta fue la expresión de un amigo, en tono
de broma, después de los primeros temblores hace ya más de tres semanas. Está
bien ponerle a toda situación un tono de humor, siempre nos ayuda, aunque la
situación sísmica más bien nos ha puesto a todos y todas en estado de alerta.
Tal y como nos encontramos hasta hoy, y no es para menos. Con esto no quiero
alarmar más a las personas que desde lejos, al no estar aquí, os habéis
preocupado al ver o escuchar las noticias que os llegaban. Sino que lo hago
pensando en las familias que por ahora se quedaron sin casa, porque sobre todo
los daños han sido materiales.
Estos
no han sido los únicos temblores que se han sentido en el tiempo que llevo en
Nicaragua, ya había vivido otros. Pero la novedad para mucha gente, más para
mí, ha sido la repetición y sobre todo la intensidad tan seguida de todos los
que ha habido en este período de tiempo. Cada día un montón, muchos de ellos
imperceptibles, como pasa casi siempre en la región. Muchas personas esperaban
un temblor más fuerte que el que desoló la ciudad de Managua en 1972. Y así
fue, pero por suerte en ningún lugar habitado como en aquella ocasión. De ahí
que durante varias noches muchas personas salieran con sus colchones a dormir a
las calles o los patios de sus casas, escuchando por la radio todas las
recomendaciones y la intensidad de los temblores que se repetían.
La
preocupación no solo viene actualmente por los temblores, en lo que viene
siendo la reactivación de sus 18 fallas que cruzan la ciudad, sino también por
la posibilidad de erupción de dos volcanes: el Apoyeque y el Momotombo, a 7 y
40km respectivamente de Managua.
Por
ahora, además del estado de alerta, nerviosismo e incertidumbre que ha
provocado el estar en esta situación, se lamenta el fallecimiento sobre todo a
causa de problemas cardiacos, teniendo yo constancia de 2 personas; así como
las personas heridas que no llegarán a las 50. Como decía los daños sobre todo
han sido materiales, lamentando así el daño de más de 4000 casas
aproximadamente, ya que las revisiones de los ingenieros de la alcaldía ha
continuado. Lo que ha supuesto el desalojo de unas 2000 personas también aproximadamente.
Muchos de estos edificios en que vivían estas personas eran de los que quedaron
en pie, en estado ruinoso, del terremoto de 1972.
Lógicamente,
como suele pasar quienes sufren estas consecuencias son las personas más
vulnerables, quienes ocupaban estas casas. Y cuantas más ahora que no serán
demolidas tendrán que ser reparadas. Así también se han dañado varios centros
de salud y un hospital que será demolido. Por suerte, el gobierno está haciendo
un gran trabajo por tratar de reubicar a todas las familias lo antes posible en
otras casas, en lugares más seguros. Mientras seguirán alojados en diferentes
albergues que se han preparado para acogerles.
Por
ahora seguimos en alerta pero llevando una vida normal, con todas las
precauciones posibles. Quienes más lo están sintiendo ahora mismo son los
niños/as y adolescentes que no han reanudado sus clases desde antes de semana
santa.
Ante
toda esta situación el susto no nos lo quita nadie, sobre todo después del
primer temblor que la ciudad se convirtió en un caos durante unas horas. Ahora
ya más tranquilos porque los temblores prácticamente casi ni se sienten. Salvo
lo comentado arriba estamos todos/as bien, esperando que se quite el estado de
alarma ya que se siente todo aparentemente tranquilo. Toda esta vivencia nos
está dejando la sensación sentirnos y reconocernos frágiles y vulnerables,
dependientes y pendientes no solo de la Madre Tierra. Más en mi caso en el que
siento que en mi tiempo de estar en Nicaragua se me ha removido el piso, haciéndome sentir así
al vivir muchos contrastes que me están haciendo ver el mundo y la vida de
forma diferente. Cuánto más después de este período en el que literalmente se
mueve todo, digo yo, ¿no les parece? ; ) Una experiencia más que no olvidaré.
Hola Pablo, espero que la tierra se calme, todo cese pronto, y todas las personas de allá puedan volver a la normalidad. Un beso.
ResponderEliminarChabeli