sábado, 22 de febrero de 2014

Gallo pinto


“Pero… ¿Comes bien?”. Es una de las preguntas habituales que mi madre me suele hacer semanalmente alternada con otras cuando hablamos por Skype. Y es que una madre es una madre, y sin sus preguntas típicas no lo sería. Aunque entiendo su preocupación al haber perdido más de 10kg en el año que llevo viviendo en este lindo país. Ciertamente, estoy bien, más mi figura se lo agradece a Nicaragua jajaja. Donde estoy comiendo menos cantidad, sobre todo en menos grasas y azúcares, pero sí que más hidratos. No soy al único que le pasa esto, ¿verdad Mario?


Para típicos, los platos propios de la gastronomía nicaragüense caracterizados por su sencillez sin quitarle sabor a sus platos. La cocina nicaragüense como en toda Centroamérica está fundamentada en el maíz. El ejemplo más claro es la tortilla de maíz (no como se considera en España el término tortilla a base de huevo), sino como un acompañante básico al que se añaden todo tipo de productos: carne de res o cerdo (chancho) que se sirve con plátano verde o maduro, arroz, frijoles, yuca, huevo o queso fresco frito. Por no mencionar los ricos tostones, tajadas (rodajas de plátano frito) o el maduro frito o asado, variantes de hacer el platano. Además de las verduras con más presencia como la patata, zanahoria, tomate, rábanos, chiltoma (pimiento), pipián (calabacín) o ayote (calabaza). Realizando así numerosas combinaciones entre unos productos y otros.


Combinaciones que dan lugar a diferentes platos como el vigorón: chicharron (cortezas de torrezno), ensalada de repollo y yuca hervida; el nacatamal: llevando carne de pollo o cerdo mezclada con tomate, arroz, cebolla, maíz cocido, envuelto en una hoja de chahuite (banano) seca. Aquí me podéis encontrar intentando disfrazarme de nacatamal en una fiesta en casa de mi amiga Cynthia.

Por otro lado, no podemos dejar de citar el famoso gallo pinto, muy común en desayunos y almuerzos, siendo la elaboración hecha del arroz con frijol rojo. Uno de los platos más típicos por no decir el que más por su popularidad. Diferente es el arroz a la valenciana, que no es la paella, pero es una variante más de cocinar el arroz. Sin embargo, si uno no quiere arroz, también puede comer indio viejo: carne especiada o de soya (soja), como lo elaboran en el proyecto CEB de las Ollas, con maíz cocido. La carne de vaho, carne de vaca acompañada con yuca, plátano, repollo… La sopa de gallina o pescado. El mondongo: sopa con carne y menudo de vaca. O la variedad que ofrece el caballo bayo siendo la mezcla de diferentes carnes con verduras.




De repostería, quizá haya menos variedad, pero uno siempre se puede comer los sabrosos “picos”, una especie de bollo pequeño con forma de triángulo. Pero también el atol, proveniente como no del maíz también; el caramelo de nancite… y los queques (tartas) para las fiestas de cumpleaños u otras celebraciones. Sin olvidar las cosas de horno, como bizcochos bien compactos elaborados con queso y masa de maíz; o los buñuelos o rosquillas típicas de Somoto.
 
Como bebidas podemos encontrar el inconfundible aroma del café que se cultiva de una excelente calidad, sobre todo en las zonas más altas del país. Como me dice doña Fátima: “Es la leche del pobre”, ya que sale más rentable que comprar leche y sirve de acompañamiento a muchas de las comidas mencionadas. Aunque también, siempre que se puede sobre todo en momentos especiales, se puede acompañar con las cervezas del país “Toña” o “Victoria”. Además del ron por excelencia de Nicaragua: “Flor de Caña”.

Aunque mención aparte requiere la fruta y su abundancia, muy común en el trópico, siendo variadas y muy apetitosas, también servidas en refrescantes jugos (zumos): naranja, calala, papaya, piña, pitaya, cacao, mango, melón, tamarindo, banano…
 

Aquí os dejo, cómo no, con una canción nicaragüense titulada “Los hijos del maíz”, la cual es reflejo de la importancia del maíz y su relación directa con la historia tan sentida de mi querido y pequeño país.

viernes, 7 de febrero de 2014

Natras

No hace mucho, ni tampoco tanto, hablaba con un vecino adolescente que vive cerca de Valle Dulce y que participa también en el Proyecto NATRAS (Niños y Adolescentes Trabajadores). Me contaba que siente como el tiempo le pasa cada vez más rápido, poniendo de ejemplo cuando lee. Antes le costaba mucho ponerse a leer cuando le mandaban un libro desde la escuela, ahora, me comentaba que está leyendo el libro “Azul” de Rubén Darío y ni se da cuenta del tiempo que lleva leyendo.

Me hizo pensar… y es que algo así me ha pasado en el tiempo que llevo en Nicaragua, desde esta semana ya un año. Sí, hace un año que entré en este lindo país después de visitar San Salvador con mi amigo Enrique. Y no es que al principio se me hiciera pesado el tiempo, lo cual no quiere decir que en los inicios fuera todo fácil, sino que tengo la impresión que el tiempo ha pasado tan rápido como nunca lo había vivido hasta ahora. Pasan los días, las semanas, los meses como si nada, sintiendo al mismo tiempo la intensidad y el atractivo de vivir y descubrir otra cultura diferente.


Aprovecho de la mano de mi amigo y vecino para presentaros el Proyecto NATRAS de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), también como el Proyecto Samaritanas en el que estoy. En el cual también trabajan mis compañeras de casa: Vanesa, Victoria, Teresa y Jenny (que es la coordinadora de este Proyecto). Como así varios de los miembros de nuestra Comunidad de Valle Dulce. Por lo que podéis comprender mi empatía por el mismo.


En NATRAS se trabaja con 50 niños, niñas y adolescentes trabajadores en las calles de Managua, con quienes se busca ofrecer un espacio donde se les tome en cuenta como sujetos, brindándoles formación integral, preventiva para su realidad socio-económica. Se busca por otra parte también concienciar a los padres o responsable de los niños, niñas y adolescentes trabajadores para que se permita dividir su tiempo entre el estudio y el trabajo. Fomentando valores humanos y cristianos para su desarrollo como persona. Por ello se propician espacios de recreación, alegría, esparcimiento para que el niño, la niña y el adolescente, se exprese, se relacione y desarrolle habilidades que le ayuden en su crecimiento físico social y que suplan la recreación que no encuentran en otros espacios.

Se procura al mismo tiempo facilitar su integración y acompañamiento en los centros de estudios, a través de becas o medias becas y apoyo con materiales escolares para la continuidad de sus estudios.



NATRAS se estructura en diferentes etapas educativas que van superando los/as participantes en función de su crecimiento personal. La última etapa, en la que estuvo trabajando también mi amigo Juan, llamada hasta ahora “Trabajo en Fraternidad” - Helados NATRAS, pretende ser un espacio de formación al mercado laboral. Donde los/as adolescentes desarrollan habilidades laborales en un ambiente de cooperación y solidaridad, mediante la elaboración, producción y comercialización a pequeña escala de helados, mermeladas y frescos naturales. Dicho esfuerzo se realiza para educar en el acceso a un trabajo digno y normalizador; y generar además algún recurso para el proyecto que ayude a aminorar las carencias económicas que tiene.