sábado, 25 de mayo de 2013

Chele

Estar lejos de casa, es siempre una oportunidad para conocer nuevas personas y lugares. Y al mismo tiempo, dentro de los que supone la integración, hay momentos en los que uno no puede evitar sentirse extraño. De hecho de ahí viene la palabra “extranjero” (“chele”, como dicen comúnmente los nicaragüenses). Así me llaman muchos por la calle cuando se quieren referir a mi persona y no me conocen, simplemente por mi apariencia: "¡Chele, chele!". Pero sigamos, que no quiero hacer un análisis etimológico. 

En lo personal, también hay momentos en los que uno se siente raro, al estar ya varios meses lejos de casa, de la familia y los amigos. Sobre todo al percibir como la vida va pasando no solo por aquí, sino también por las personas que aprecio que están al otro lado del charco. Y cómo el recibir noticias, tanto las alegres como las penas, le ayudan a uno a no perder el contacto con las personas que quiere. Sin embargo, al mismo tiempo no poder disfrutar o poder acompañar, aunque sea simplemente desde la presencia pudiendo así “sentir con” ellas. Un ejemplo en estas últimas semanas han sido la comunión de mi hermana Marisa, pero también el fallecimiento de la Tía Paquita; así como la hospitalización de mi abuela, con la consiguiente preocupación. Y no pudiendo estar cerca para saber, conocer y estar como decía.

Y es que por otro lado ser extranjero en Nicaragua es visto por muchos de sus paisanos como sinónimo de riqueza, y por ello de consideración. Siendo muy consciente que por mucho tiempo que pasase sería el eterno "chele", porque no dejaría de ser extranjero a la vista de muchos. 

En cambio, esta experiencia me está permitiendo identificarme, en parte, con tantas personas que viven lejos de sus lugares de origen. Bien porque emigraron o porque tienen un familiar que al menos lo hizo y se encuentra lejos. Aquí son mayoría los que viven el dolor de la migración. Aproximadamente 1 millón de nicaragüenses viven fuera (de los 6 que lo hacen en Nicaragüa), sobre todo en los EE.UU. Costa Rica y España. Lo cual está suponiendo desde las remesas que envían más de mil millones de dólares cada año. Siendo una de las mayores fuentes de riqueza del país.

¿Pero se puede hablar de riqueza cuando muchas veces son las personas mejor preparadas las que se van? ¿O cuándo nos olvidamos de los sacrificios y peligros a los que se ven abocados/as? No todo lo podemos valorar desde lo económico, olvidándonos de su relación con la dignidad de los hombres y mujeres. Dejando de lado una perspectiva desde los Derechos Humanos que nos humanice a todos y todas.

También esta semana, he tenido la oportunidad de acercarme más a esta realidad. Ya que pudimos en la reunión de los lunes de las CEB, como en la de mi comunidad de Valledulce, aproximándonos a la realidad de la migración en Centroamérica, sobre todo en la travesía que supone el llegar, (los que consiguen hacerlo, sin ser violadas, asesinados, atracados, sobornados…) a los EE.UU. ¡Cuánta vejación!

Pero el dolor no está solo en el sufrimiento de todas estas vejaciones, sino también en la llegada y el trato recibido. Sin olvidar tampoco el dolor, y desestructuración familiar, que supone a veces para la familia que se queda. En este sentir, me impresionó sobre todo el poder escuchar por primera vez el dolor de las personas que formamos comunidad, al relatar ellas cómo se fueron sus familiares y viven esa lejanía con ellos. Como también las situaciones discriminatorias que sufren. Comprobando cómo esos ansiados dólares, que  les permiten vivir un poquito mejor dentro de la pobreza, se cambian por dolores.

Además de leer esta realidad desde nuestras vidas, no dejábamos de preguntarnos… ¿cómo ve Dios este trato, esta desigualdad? ¿Es que acaso no lo llamamos Padre Nuestro? ¿No somos todos/as hermanos/as? ¿Es que no nos lo creemos? ¿Y si nos lo creemos, lo vivimos? No dejemos de ser casa abierta para los demás…


domingo, 19 de mayo de 2013

Pentecostés

Cansado del fin de semana me dispongo a compartir la fiesta de Pentecostés. Después de más de 15 horas “ruteando” (agarrando varios buses, en los que no en todos entraban mis grandes piernas), entre ida y vuelta, para llegar a Santo Domingo, en el norte de Nicaragua. Bismark y yo, además de recorrer medio país, pudimos compartir nuevamente con su comunidad después que lo hiciéramos para semana santa.

Llegando en camioneta, en sus últimos 10km por una pista de tierra,  recordaba lo que me contaban algunos jóvenes que iban al instituto a Telpaneca (pueblo vecino); los cuales tenían que bajar y subir andando cuando no les llegaba para el pasaje. Todo un sacrificio para poder estudiar, así como para otras actividades cuando bajan a Managua y se pasó la hora de subida de la camioneta.


Bismark y yo, al preguntarles cómo estaban decían que regular-bien. Ya que nos compartían los verdaderos estragos que había provocado la roya (una plaga) a la mayoría de plantaciones de café. Lo cual ya ha obligado a algunos familiares y vecinos a migrar, aunque sea temporalmente, a otros lugares de Nicaragua como también a Costa Rica y El Salvador. Su desánimo también se unía a la tan necesaria lluvia que todavía no caía en los campos después de todo el verano. Llegando a tener restricciones en el agua en varios sectores de la comunidad, en el que estábamos llevaban cuatro días sin agua. Cuánto más se nota cuando las economías familiares son de subsistencia, propias del campesinado.


Pero si Pentecostés es ante todo esperanza, ¿cómo anunciarla, vivirla y compartirla a pesar de todo? No dejaban de agradecernos que estuviéramos acompañándoles. Destacando la importancia de sentirse unidos a pesar de las dificultades, tratando de mirar con confianza al futuro. Celebrando así el cumpleaños de la Iglesia, sobre todo de las pequeñas comunidades, humildes y sencillas, como Jesús las quería. Pudiendo compartir al mismo tiempo con los niños/as y jóvenes sus esperanzas.



Ya de vuelta después de este viaje casi relámpago y con la sensación de haber estado casi todo el fin de semana dentro de un bus. Pudimos llegar al final de la celebración que tenían nuestras comunidades de Managua. Pudiendo sentirnos, como siempre, parte de ellas. Las cuales también realizaron una marcha a favor del medio ambiente.


Me despido una semana más, pero con más esperanza, hasta la próxima… dejándoos también estas palabras:

Señor, Jesús, somos misioneros porque hoy nos sigues invitando a ir al mundo entero a anunciar y construir el Reino de Dios. Un Reino de justicia, donde superemos las desigualdades que provocan que unos tengan tanto y otros tan poco. Un Reino de paz, donde ni el dinero, ni el poder, ni el odio logren que dejemos de ver en el otro a nuestro hermano/a. Un Reino de libertad, donde las democracias sean reales, y donde el consumismo, el “que dirán”, el miedo o la indiferencia no maten nuestra apertura a la voz del Espíritu. Un Reino sin fronteras, en el que nadie sea extranjero, en el que la diversidad de culturas y religiones se convierta en una riqueza y no en un problema. Un Reino donde la experiencia del encuentro contigo transforme nuestras mentes, sensibilice nuestros corazones y ponga en acción nuestras manos para que podamos vivir con la dignidad de hijas e hijos de Dios.


domingo, 12 de mayo de 2013

CEB’s II


Ya presenté hace unos meses, por encima, el origen y el sentido de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) en las primeras entradas del blog. Sin embargo, no podía dejar de compartir mis vivencias contigo. Esta semana ha estado marcada sobre todo por los diferentes momentos y encuentros que he disfrutado en relación a las CEB. Ya que han sido más y más intensos para mí.

En primer lugar, participé en la reunión de los lunes, en la que se reúnen todos  miembros (que quieren y pueden) de las diferentes comunidades de Managua. En el barrio de la URSS se nos presentó el consultorio comunitario de medicina natural. Para después reflexionar sobre la figura de María (por medio del Magníficat). Logrando al mismo tiempo compartir la situación que sufren muchas mujeres, como otras que luchan y siguen luchando por su dignidad.

El martes y miércoles, tuvimos en nuestra comunidad de Valledulce, parte del discernimiento comunitario que estamos realizando todas las CEB. Que debemos ir concretando en adelante por medio de diferentes acciones.

El viernes, Arnaldo Zenteno (jesuita que acompaña a las CEB desde hace más de 30 años) nos ayudó a un grupo de trabajadores de los proyectos por la vida, a conocer más de cerca la mística e identidad de las CEB, por medio de su historia y significado.

Llegando a este domingo donde hemos podido compartir el retiro de preparación para la fiesta del próximo domingo, Pentecostés; estando animado por Mario (un joven jesuita).

Por último, para no alargarme, no quería dejar de compartir con vosotros/as la siguiente reflexión que compartió conmigo Bismark (amigo y compañero cuando subimos a Sto. Domingo en semana santa) el pasado jueves, preparando nuestra próxima subida para Pentecostés. Siento que resume en gran parte el compromiso que tienen las CEB.

CEBs, no somos seguidores de personas, sino de Cristo, presente en cada uno de nosotros, presente en el que sufre, en el que tiene que migrar a otra ciudad para poder estudiar o trabajar.

Seguimos a Cristo, presente en el obrero que es explotado por el capitalista industrial, en el carpintero, en el albañil, en el arquitecto, en el ingeniero, en el doctor.

Seguimos a Cristo, presente en el campesino que hasta en la zona mas remota con el sudor de su cuerpo cultiva la tierra para darles el sustento a sus hijos y también para que puedan salir adelante.

Seguimos a Cristo, presente en el que sufre persecución, en el que es calumniado, en aquel que maltratan, en los que la sociedad discrimina por sufrir trastornos mentales, psicológicos, sociales y culturales.

Seguimos a Cristo, presente en el que por su origen no se adapta a esta sociedad consumista, hipócrita, derrochista, materialista, esta sociedad que cada vez más se vuelve vacía y sin sentido.

Seguimos a Cristo, porque el fue pobre como nosotros, se rebajo a nuestra condición por amor para hacernos libres y darnos vida en abundancia.

Seguimos a Cristo, porque somos Cristianos Nicaragüenses por los Pobres, porque en la aldea donde he nacido es la más pobre de mi municipio, sin embargo Cristo me hace rico en su amor.

Seguimos a Cristo, porque no vivimos una utopía, sino que es la realidad de cada día, la que nos interpela a seguir luchando, seamos objetivos como siempre lo hemos hecho, Cristo esta presente en cada uno de nuestros pasos, la lucha de ayer seguirá siendo la lucha de hoy…

sábado, 4 de mayo de 2013

Limitado


Esta semana ha estado ineludiblemente marcada por mi visita a la dentista, recuperándome de todo el juicio que he perdido sin mis cuatro muelas cordales (como dicen por acá). Sintiéndome lógicamente molesto y limitado por mi boca, no pudiendo hablar todo lo que quería ni tampoco comer del mismo modo. Pero lo que más me ha dolido es no poder reír, o simplemente sonreír, cuando he encontrado ocasiones para poder hacerlo. Menos mal que todo va a mejor, con la serenidad de haber superado uno de mis miedos al dentista. Tenía que ser aquí, como posiblemente tantos otros miedos.

No podemos negar que somos limitados, siendo esta última experiencia una prueba. La cual me ha recordado cuánto de importante es dejarse cuidar, igual que dejarse querer. En estos tres meses ya cumplidos en Managua, que son nada, he podido comprobarme limitado también de otra manera.

La gran limitación está siendo en relación al encontrarme en un contexto totalmente diferente, en una cultura nueva. Recordando lo que decía en el primer mes, sobre todo por lo de “que iba a gatas”. Conforme va pasando el tiempo me descubro lo rápido que he querido ir en algunas ocasiones, perdiendo o no sabiendo ser paciente. Todo lo cual me ha llevado, tarde o temprano, a reconocerme más aún en qué punto me encuentro de mi integración y cuánto me queda. Más aún, puedo afirmar que no voy a gatas… estoy en gestación. Y es que descubro que tengo que desaprender tantas cosas para comprender otras tantas… y para ello tengo que nacer de nuevo.

Volver a nacer, para gatear y aprender a andar al lado de quien convivo cada día para poder así, caminando de la mano, construir juntos una misma realidad compartida. Seguramente será diferente a la pensada por mí, pero espero que sepa alegrarme sobre todo por el recorrido que realicemos, así como por el resultado, sea el que sea… será el de todos/as, fruto de nuestro encuentro.

Nadie dijo que esto de nacer fuera camino fácil, tan lleno de matices y diferencias culturales, que conforme va pasando el tiempo poco a poco me van pareciendo más y más. Comprobando literalmente lo compleja y rica que es la realidad al mismo tiempo. ¡Cuántas veces he podido afirmarlo desde la teoría! Pero ahora es la práctica quien me lo dice a mí, la vida misma. Y es que en la teoría todo se entiende, pero cuando llega la práctica…

En el proceso de inculturación en el que me hallo siento que cada día es una pequeña oportunidad para mi integración, un “pasito pa’lante que puedo dar”; pero en cambio hay otros días en los que doy “dos o tres pasos pa’tras” fruto de mis equivocaciones. Las mismas que me ayudan más aún a ser más consciente de quien soy y lo que me queda todavía por andar. Mi limitación es entonces cuando se torna todavía más en fragilidad y debilidad. ¡Y qué bueno es equivocarse! Siendo un ejercicio de aceptación personal y de superación para cambiar las actitudes que me llevaron a caerme. Pero lo más bonito de todo es sentirse querido, confiado y al mismo tiempo saberse en camino, comprendiendo que los errores forman parte del mismo, levantándome de nuevo, sintiéndome perdonado y echando “pa’lante” con la esperanza de seguir construyendo un “nosotros”. Reconociéndonos así algún día para no dejar de mirarnos a los ojos.