No
quería dejar de terminar de compartir lo último que vivimos Juan y el que os escribe,
se trata de nuestra visita al archipiélago de Solentiname, después de haber
recorrido el Río San Juan de arriba abajo. Al mismo tiempo, al volver a ver las
fotos, me acuerdo de Juan que ya se marchó a España echándole así de menos. Y
recibiendo al mismo tiempo a Teresa y Victoria. En fin, unos van y otras vienen,
mientras que otros seguimos caminando por esta tierra tan llena de intensa vida.
¿Entonces,
Solentiname? Aunque sea en unas líneas y en unas cuantas imágenes, como
siempre. “Solentiname está en todas
partes, es el principio de un mundo más humano, es una vida cristiana, no sólo
esperando un mundo mejor, sino preocupándose por la paz del prójimo, por la paz
en la naturaleza, por la paz en la comunidad.” “Es algo tan de Dios y de la
tierra que es un lugar donde la poesía y la siembra y la cosecha no dividen a
hombres en poetas, sembradores y aprovechadores, sino que constituyen
actividades de una misma vida solidaria”, se llegó a decir en Alemania y
Venezuela al respecto.
Y
es que Solentiname es uno de esos lugares, como tantos de Nicaragua, que te
hablan por sí solos de la historia vivida. En la actualidad tan solo queda el
recuerdo de lo que fue esa vivencia tan intensa, pudiendo visitar algunas de
las casas de aquel entonces y especialmente su iglesia, dedicada a Nuestra
Señora de Solentiname. La cual se caracteriza por su sencillez y por las
pinturas llenas de vida y color que reflejan algunos elementos de la vida de la
isla, diseñadas por niños y niñas. ¡Qué bonitas!
Solentiname
es un plácido conjunto de islas ubicadas al sur del lago Nicaragua, ya cerca de
Costa Rica, compuesto por unas 36 islas. Las tres principales y más grandes son
La Venada, San Fernando y Mancarrón. Es otro paraíso donde parece que el tiempo
se ha detenido, muy característico por sus artesanías famosas en toda
Centroamérica y por contener restos prehispánicos, especialmente de la cultura
Nicoya. Pero también por haber sido un lugar significativo en la revolución
sandinista, al mismo tiempo que el sacerdote, poeta y artista Ernesto
Cardenal en 1966 formó una comunidad de campesinos y artesanos que se hizo
famosa en el mundo entero por su vivencia tan encarnada del evangelio.
Experiencia comunitaria que fue especialmente castigada por las tropas del
dictador Somoza.
Hoy
día, no solo queda el recuerdo sino su vegetación y belleza como una perla en
el gran lago. También las casas de las familias pobladoras, siendo en su
mayoría artesanas que se dedican a tallar la madera de balsa para hacer
bellísimas figuras que han ayudado a mantener el nombre de Solentiname.
En
cambio, en relación a esa vivencia comunitaria ha quedado el legado del inicio
de los cantos de la Misa Campesina y el Evangelio de Solentiname. Un libro del
mismo Ernesto Cardenal donde recoge el compartir de la experiencia comunitaria
vivida, donde se comprueba la vivencia del evangelio encarnada en la vida de la
isla, de su comunidad. Menos mal que en muchos otros rincones de Nicaragua,
como de Latinoamérica y del mundo, hay nuevas y viejas comunidades que siguen abriendo
caminos al Reino encarnado en la vida misma.