sábado, 20 de septiembre de 2014

Cruces


Las hay pequeñas y grandes, pesadas y livianas, de madera y hasta de oro… ¿Quién no ha visto nunca una cruz? Un símbolo que, en principio, no debería de dejarnos de recordar la muerte detrás de tantas situaciones de violencia y sufrimiento. ¿Qué puede llegar a significar la cruz? Todo un Dios condenado y crucificado. Qué difícil es acercarnos a este misterio cuando vemos que sirve para adornar las más lujosas Iglesias o en el pecho musculoso de un futbolista llamado Cristiano Ronaldo. Siento que Dios no necesita más recordatorios públicos de una religión triunfante, ya tiene las nuestras; lo que ha querido desde siempre es que seamos compasivos, como él lo es. Él está presente, en primer lugar, en el dolor y sufrimiento de cada persona, de los que más sufren. Cuando uno siente cerca y acompaña el dolor de otras personas, tiene la posibilidad de sentir “con”.  Así la pobreza duele, más cuando se conoce de cerca, con nombres y apellidos: de tus amigos/as, vecinos/as, de las mujeres y niños/as y adolescentes de Samaritanas… Ante tantas situaciones desesperanzadoras uno no puede dejar de preguntarse, de cuestionarse e incluso de revelarse… y no entender nada.



Y es que Dios no deja de hacerse presente en la hondura de la realidad de cada día, pequeño y a veces insignificante. Es así como quiere seguir encarnándose en los hombres y mujeres, también de hoy, en sus alegrías y sus penas. Identificarse con nosotros/as en nuestra vida llena de alegría y buenas noticias, pero también de dolor, tristeza e injusticias.


Cuando se vulnera la dignidad humana de cualquier persona, hasta lo más profundo del más pobre, ¿no estamos crucificando a ese mismo Dios que murió hace dos mil años? Quizá no hayamos dejado de crucificarlo desde entonces. También los cristianos cuando somos indiferentes al dolor ajeno, no sintiendo compasión, como Jesús, por los que más sufren. Aliándonos con un sistema que no dejará de oprimir al que menos tiene, culpabilizarlo y privándolo de oportunidades.


Me pregunto con vosotros/as ¿no es el mismo Jesús el que acompaña todo este sufrimiento y da la vida hasta el extremo por cada uno/a, especialmente de los/as más débiles? Habiendo sufrido él la cruz, siento que padece con cada uno/a, nos apoya y nos lleva en sus brazos en nuestros momentos de dolor compartido. Esta la única esperanza que puedo tener ante tanto ante tanta violencia y desesperanza. Como leía hace poco en una ilustración: Cuando veo con esperanza, veo más allá; cuando veo con amor, veo más profundo; cuando veo con fe, veo todo nuevo.


A colación, el viernes anterior, en el taller con un grupo de mujeres que participan en el Proyecto, profundizamos sobre el conocimiento de la Ley 779. Ley que quiere prevenir y condenar la violencia de género, en todas sus formas, contra las mujeres y niños/as en Nicaragua. En el diálogo se compartieron algunas de esas cruces, las cuales son llaves para la esperanza y la resurrección. Aquí las comparto con ustedes, como la imagen que tenemos en Samaritanas:

Para mí el mayor maltrato que he sufrido fue que el que era padre de mis hijos me sacará desnuda a la calle. Me he dado cuenta que podemos defendernos y denunciar la violencia, tenemos dignidad.


Cuando era chiquita sufrí violencia, dentro y fuera me pegaban. Por lo que ahora debemos protegernos y proteger a nuestros hijos contra toda violencia, dentro y fuera.


Yo sufrí estar sometida a la voluntad del que era mi marido, él era mayor que yo. Me criaron haciéndome pensar que tenía que ser así. Mi voz no valía, no tenía derecho a nada. Para mí lo normal era no tener derechos. Me sirvió mucho llegar a Samaritanas para darme cuenta que mi persona valía. He aprendido a defenderme.


Para cerrar el taller se les invitó a ponerse de pie en círculo, agarrarse por los hombros y mirándose unas a otras los rostros, a sus ojos… Se oyó un susurro: Ustedes no está solas. Tienen derechos. Derecho a una vida digna sin violencia. Como un grito salió al mundo desde la salita de talleres de Samaritanas.



Después de todo este tiempo… espero que cuando vea una cruz siga sintiendo tu presencia cercana, también en los momentos difíciles. Quizás ver las cruces de otros y otras nos ayude a darnos cuenta que estás justo ahí, con ellos. Quizás todo ello nos lleve a darnos cuenta de cuánto nos amas Jesús; especialmente a los empobrecidos de este mundo, el tuyo. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo. Jn. 3, 17.

3 comentarios:

  1. Muy interesante, como todas Pablo. Y muy conmovedora... Un beso fuerte!!

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  2. ¡qué requetebueno está este post de las cruces! creo que sería bueno pensar en publicar todo lo que has ido viviendo y escribiendo...! También esto tenemos que hablar a tu vuelta, si te parece oportuno, por supuesto. Un grana brazo para ti y para esas mujeres "samaritanas" vivientes y luchadoras. Ciao amigo, desde Bergamo y a punto de llegar a Génova para participar en el X Congreso de Mediación. Salud y bien.
    JavierD.

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