Llama
poderosamente la atención cómo un pueblo con sus escasos recursos está unido y
organizado luchando por la defensa de la vida de su comunidad y de la Madre
Tierra. Como diría Mons. Romero: “Porque
un Pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar, pero un Pueblo
que se organiza defiende sus valores, su justicia, es un Pueblo que se hace
respetar”.
Nuestro
Festival Ecológico quiso unirse a esta resistencia, para alzar la voz
conjuntamente en contra de esta injusticia. Como decíamos en uno de nuestros
lemas: “Porque creemos en el Dios de la vida, luchamos por la vida”. Y lo
hicimos de forma pacífica, sin amenazas, como las que sufren hasta de muerte
los líderes comunitarios de Rancho Grande. Primero con una vigilia cultural con
un sin números que querían representar de forma creativa y de denuncia lo que
está pasando. Pudiendo también ser entrevistados por una pequeña radio que
tiene la comunidad, en la Iglesia católica, siendo como una pequeña ventana al
mundo que les ayuda a alzar su voz cuando precisamente se les limita el
ejercicio de sus derechos.
Todo
esto bajo el agua, porque no cesó de llover en todo momento. Al día siguiente,
12 de octubre, se celebró la Eucaristía encarnando lo que está viviendo el
Pueblo de Rancho Grande, pudiendo compartir y celebrar nuestra unión y
resistencia frente esta injusticia y cómo la Iglesia se posiciona al lado de
los más pobres, en el lugar que verdaderamente le corresponde.
Inmediatamente
después hubo una concentración a las puertas de la Iglesia proclamando las
diferentes proclamas en contra de la minería. Comprobando como cada vez
llegaban más personas, incluso campesinos que caminaron casi cuatro horas
porque no les querían dejar llegar al núcleo de Rancho Grande. Llegando a ser
más de 2000 personas las que nos reunimos y salimos a las calles del municipio.
“¡No
a la minería de muerte, sí a la vida!” Este es el sentimiento, sin miedo, que
nos encontramos en Rancho Grande. Toda una comunidad unida y organizada que nos
recibió con los brazos abiertos. Tanta fue su gratitud para con nosotros/as que
nos ofrecieron todo lo que estaba en su alcance, desde todos los tiempos de
comida hasta abrir las puertas de la Iglesia para poder dormir en sus bancas.
Hasta nos entregaron antes de irnos sacos llenos de diferentes frutas. Desde lo
poco que tienen nos dieron de lo que es suyo, no de lo que les sobra.
Hace
500 años fueron los españoles, después lo intentaron los ingleses y
estadounidenses, hoy en relación a esta cuestión son los canadienses… entre
otras multinacionales. Mañana, si los nicaragüenses no resisten, serán los
chinos con su gran canal ya proyectado sobre Nicaragua. Para qué la cooperación
para el desarrollo de los pueblos, ¿no es de hipócritas quitar el pan a un
pueblo para después brindarle las migajas? ¿Qué mundo queremos?
Como
nos decía el sacerdote de Rancho Grande: “No podrán comprar nuestras
conciencias, nuestra dignidad, nuestra vida… Alcen la voz, cuenten al mundo
entero lo que está pasando aquí.” ¿Puede haber algo más indecente que comprar
la vida de los más pobres? A veces pienso que los que pertenecemos a las
sociedades del consumo y la sobreabundancia ya nos vendimos hace mucho tiempo. No
podemos seguir callando, acomodados/as en nuestro individualismo y consumismo,
durmiendo nuestras conciencias y corazones, siendo indiferentes ante tantas injusticias
que hay en nuestro mundo. “Buscad el
Reino de Dios y su justicia, lo demás se os dará por añadidura.” (Mt. 6,
33)