Este blog será, la casa de Managua, donde poder encontrar algunas de las experiencias que relataré de mis pasos por Nicaragua. Periódicamente introduciré nuevas entradas para los interesad@s en conocer más de cerca la riqueza de esta tierra. Te espero, cada semana (este es mi propósito, un tanto ambicioso), con las puertas abiertas. Puedes añadir tu comentario sin problema. Gracias y un abrazo grande.
¡Y
continua nuestra aventura caribeña! De Bluefields teníamos pensado dar el salto
a Corn Islands (Las islas Maíz) en medio del Caribe. Para lo cual nos
aventuramos en el barco Capitán D sin saber lo que nos esperaba. Y es que
cuando entramos al barco, ya comprados los billetes incluyendo la reserva de un
supuesto camarote, nos dimos cuenta de la realidad de aquel barco. Se trataba
de un barco de carga en el que aprovechan para llevar pasajeros, y parece que
cuantos más mejor, sin contar con las condiciones para ello. Prácticamente no
había lugar para todos los pasajeros allí, estimando que seríamos unos dos
cientos, la gente se amontonaba en algunos bancos y camas a modo de cajones,
especialmente en cubierta. Al quejarnos constatando las condiciones del viaje,
nos ofrecieron ir en la cabina conjuntamente con el capitán sin dejar de escuchar reggae. Allí pasamos las ocho
horas que finalmente duró esta experiencia única, porque nunca más se nos
ocurrirá montar en ese barco, más con las grandes olas que lo azotaban de un
lado para otro.
Al
llegar ya noche a Corn Island, había un taxi esperándonos para llevarnos al
alojamiento que nos había contactado nuestro amigo Donald en Bluefields.
Sorprendiéndonos en su casa Maris Danet con una sopa de pollo que entró de
maravilla después de semejante vaivén del barco. Riéndose porque todo el mundo
en la isla conoce el viaje en el Capitán D, diciéndonos que nos dejábamos de
ser unos aventureros y que nos regresáramos en avión, siendo mucho más
recomendable, cosa que así hicimos. Pero hasta entonces pudimos disfrutar de
las dos islas que conforman Corn Islands, especialmente de la isla más grande. Puesto
que la isla pequeña, que dicen que es la más bonita y al mismo tiempo más cara,
había sido azotada por un temporal hacía semanas atrás dejando casi sin playas
a la misma.
Por
lo que sobre todo disfrutamos de las playas por las mañanas y paseos vespertinos
en el atardecer. Corn Island grande tiene unos 11km de litoral aproximadamente.
Aquí están, como siempre, algunas de las evidencias…
De
esas que parecen sacadas de algunos anuncios, bien de tour-operadoras
turísticas o planes de jubilación. Pero allí estábamos nosotros, ni turistas ni
jubilados, voluntarios regateando precios y disfrutando de toda la belleza y
tranquilidad en la que nos encontrábamos.
Y
en esos paseos, baños y tomando el sol… nos encontramos con Sadis y Sebastián,
ella nicaragüense y él español, que viven desde hace más 30 años en Alemania.
Pudiendo compartir con ellos como se conocieron en la Nicaragua de la recién
triunfada revolución y como fue su migración a Alemania, como la de otros
muchos españoles como Sebastián. Y cuál ha sido y sigue siendo su compromiso y
trabajo en el defensa de los derechos de los trabajadores migrantes,
especialmente en sus inicios cuando había una mayor desconsideración.
A
lo cual contribuyó enormemente la acogida de Maris en su casa, quien renta algunas
habitaciones con condiciones sencillamente confortables. Aunque en toda la isla
es reconocida por su buena mano en la cocina, cada noche se llenaba la terraza.
Y lo más curioso no había ni menú ni carta, su frase más repetida era: “No me
pregunte que tengo, dígame lo que usted quiere y yo se lo preparo”. Y así era,
contando con la variedad que había dentro de su cocina y que ofrecía la isla,
ya que no siempre se puede encontrar de todo. Pero hacía maravillas y
disfrutaba viendo cómo la gente comía, me recordaba a mi tía Paquita en ese
sentido, para quien la conoció. Llegando a sentarse con nosotros siempre que
podía y platicar sobre la isla. Nos contó algunas cosas de su vida, como pudo
ahorrar y ganar algo de dinero para poder mejorar su casa y vivir en unas
mejores condiciones. Como ella muchas mujeres costeñas migran hasta las islas
Caimán para trabajar en hoteles o empleadas domésticas. Así pues la mayoría de
los varones se embarcan durante todo el año en compañías de cruceros que
recorren diferentes partes del mundo.
Finalmente
pudimos probar, preparado por sus manos, el auténtico rondón, plato típico
costeño por excelencia. Un buen plato a base de caldo de pescado, pescado,
langosta, yuca, plátano hervido y pan de fruta (un fruto bien característico).
Tanto como nuestro viaje.
Una
cosa es hacer turismo y otra bien distinta, aunque pudiera ser parecida, es la
de viajar. La diferencia entre la una y la otra podría ser la apertura a lo
nuevo y desconocido, entrelazado con las personas con las que uno en su viaje
va conociendo, quienes son las que le van mostrando no solo nuevos lugares,
sino su historia, desde su vida. Lo cual da lugar al mismo tiempo a diferentes
anécdotas que siempre recordaremos quienes compartimos el viaje. Algo así ha
sido nuestro viaje a la Costa Caribe de Nicaragua, algunos la llaman “la otra
Nicaragua”. Porque cuando uno llega le da la impresión de encontrarse en otro
país, en una cultura totalmente diferente a la del Pacífico, donde se concentra
la mayoría de la población de Nicaragua y su identidad cultural que la gente
puede conocer.
Es
una oportunidad poder viajar a nuevos lugares, más cuando se tiene algo de
dinero ahorrado para poder hacerlo y tiempo (de vacaciones); ahora ya estando
de nuevo a la carga con el trabajo de cada día, que no es poco. Cabe decir, que
muchos/as nicaragüenses no conocen la mayoría de los lugares y rincones de su
país por falta de recursos propios para poder hacerlo. Por eso no deja de ser
una suerte poder ir a conocer, y ahora compartir este viaje que duró toda una
semana.
Después
de salir de noche y pasarla en un autobús, llegamos para esperar al amanecer en
el Rama, junto al Río Escondido, la llamada “Puerta del Caribe”, que nos
conduciría por panga (lancha) hasta llegar a Bluefields, una de las principales
localidades de “La Costa”, como simple y llanamente le llamamos los que vivimos
en Nicaragua. Dicen que su nombre se debe a un pirata holandés, que como otros
utilizaban este litoral como refugio. En Bluefields tuvimos ocasión de poder
recorrer la ciudad y comprobar al mismo tiempo lo diferentes que son muchas
casas, especialmente las que sobrevivieron al huracán Joan en 1988. Todas ellas
con cierto estilo inglés conjugado con algún detalle caribeño, dispuestas para
este clima.
Allí
mismo pudimos visitar el museo de la ciudad y centro de estudios
socio-culturales, dependiente de la BICU, una de las dos universidades de la
Costa. Pudiendo conocer y hablar con su director Donald Byers, quien nos contó
algunos de los hallazgos arqueológicos de toda la zona, habiendo indicios de
muchos más. Posiblemente los restos humanos más antiguos encontrados en toda la
región centroamericana. Además de la diversidad cultural y de intercambio que
seguía existiendo entre las diferentes etnias y comunidades indígenas
existentes.
Y
de nuevo salió el canal a relucir con el que quieren partir en dos el país, no
solo por la división que está trayendo al pueblo de Nicaragua. Ya que la
ejecución del mismo por la parte Caribe pondría en peligro no solo algunos de
los hallazgos arqueológicos, sino también el sistema de intercambio de las
comunidades que quedarán a un lado y otro del mismo. Además de otros daños no
solo medioambientales que afectaran directamente a la vida de sus pobladores. De
ahí la primordial necesidad de restitución o compensación ambiental y cultural
no aclarada por el gobierno ni la empresa china que ejecutará esta megalómana construcción.
Parece que las minorías, como en otras partes del mundo, nuevamente son
olvidadas y desconsideradas por el poder político hegemónico, más si va
acompañado del nuevo neocapital (nunca mejor dicho tratándose globalmente de
los chinos).
Como
decíamos anteriormente, en Bluefields como en cualquier otro lugar costeño, te
puedes percatar que no solo es una cultura diferente, sino un crisol de muchas
culturas y una variedad de pueblos indígenas. Así pues podemos encontrar a los
Rama, los Miskitos, Creoles, los “españoles” (denominando a quienes llegaron de
la zona del Pacífico), los garífonos, los descendientes africanos productos de
la esclavitud… Prácticamente en toda la Costa, además de las lenguas indígenas,
sobre todo se domina y habla el inglés, llamado también inglés criollo, por la
mezcla en ocasiones de las diferentes lenguas. Mucha de la población también
domina simultáneamente el español, pero su habla en toda la zona fue mucho más
tardía. Puesto que la colonización española no llegó a desarrollarse y dominar como
lo fue la zona del Pacífico, por lo que la Costa Caribe quedó al margen, quizá
también por lo inaccesible de algunos de sus territorios y también por la
fuerte resistencia de los pueblos originarios que la habitaban y lo siguen haciendo,
ahora con un mayor mestizaje que entonces. El mismo que ha conformado la
realidad multiétnica que se halla en la Costa.
Durante
los últimos siglos de historia fueron los ingleses quienes pretendieron dominar
la zona, llegando a ser un protectorado, reconociendo al rey Miskito y armando
a su pueblo para controlar y dominar al mismo tiempo a las demás etnias coexistentes.
No es hasta el último tercio del siglo XIX, cuando ya Nicaragua independiente
reivindicó la soberanía de todo este territorio que se extiende por la costa
atlántica de lo que es hoy el país. Llegando a tener una dominación militar y
política, pero no tanto cultural. De ahí que se impusiera el aprendizaje del
español. Ahora lengua cooficial tanto en la Región Autónoma Atlántica Norte
como Sur, siendo la denominación y consideración diferente respecto al resto de
departamentos del país.
Hablando
de Miskitos… Pilar, Vanesa y un servidor, tuvimos una pequeña anécdota en
nuestra visita a la Laguna de Perlas y algunas de sus comunidades indígenas miskitas
vecinas. Cuando llegamos a una de ellas nos recibió muy amablemente un lugareño
miskito, Wilson, quien nos acompañó por toda la comunidad, que Pilar ya conocía
como a otra que fuimos después llamada Awa. Nos ofrecía desde ver monos hasta
cocodrilos, sino comer en su casa un rondón (comida típica de la Costa). Al
decirle que queríamos ir a la otra comunidad, él se ofreció gustosamente a
acompañarnos. Ya en Awa, nos recibió Orlando con su familia, quienes nos
ofrecieron quedarnos en su casa. Al tratarse ya de medio día aceptamos la
invitación, así como unos cocos y finalmente el rondón. Al ver tanta
insistencia, nuestra mentalidad y lógica del intercambio occidental nos hizo
preguntarles si tenía un coste todo lo que nos habían ofrecido sin haberlo
aclarado antes por su parte. Diciéndonos que sí, no siendo mucho, y
preguntándoles si iban a medias tanto Wilson como Orlando.
Tanta
fue su insistencia en que nos quedáramos que nos dijeron que esa misma tarde
habría un juego de máscaras en la comunidad, siendo una danza típica propia. Al
acabar de almorzar, Orlando nos dijo que no habría tal juego de máscaras, por el
que también nos habíamos quedado allí. Ciertamente todo fue diferente a como
nos había dicho. Pagándole lo justo desde lo que nos había ofrecido finalmente.
Pero
no acabó todo ahí, Wilson quien nos había acompañado anteriormente hasta Awa,
regresó nuevamente a por nosotros para acompañarnos a salir de allí. Algo para
nosotros innecesario ya que conocíamos ya el camino, pero ante su insistencia
dejamos que nos acompañara nuevamente. Sin saber que también su compañía
tendría un coste aunque fuera mínimo, haciéndonos confundir entre amabilidad e
interés lugareño. Al llegar al final de su comunidad le dijimos que ya podíamos
llegar nosotros solos, a lo que nos pidió que cuánto le íbamos a dar por su
compañía. Sorprendidos hablamos con él de nuestra percepción de cómo se había
dado todo. Al mismo tiempo le aclaramos que le habíamos pagado a Orlando
pensando en una parte para él. Algo en lo que él estaba inconforme, por lo que
no dejaba de insistirnos. Tanto que fue a llamar al juez miskito para que
ayudara a aclarar el malentendido. Wilson le argumentaba al juez, medio en
miskito y en español, que no podía llegar donde Orlando ahora porque no le iba
a retribuir su parte correspondiente. Siendo nosotros quiénes teníamos que
aclararlo. Así que el juez tomó la decisión de acompañarnos hasta Laguna de
Perlas para saber donde nos alojábamos, porque de no aclararse el conflicto
vendrían Orlando y Wilson a buscarnos a la noche.
Por
poco casi nos vemos en un juicio miskito… por unos dólares de más. Menos mal
que decidimos aclararlo allí mismo y pagarle algo más a Wilson, evitando otras
repercusiones mayores que desconocemos cuáles podrían ser. Después nos contaron
que los miskitos es la etnia más aguerrida de toda la Costa. Todo quedó ahí sin
mayor importancia. Lo que son las diferencias ¿verdad? Habiendo sobrevivido a
esta pequeña disputa miskita, continuamos con nuestro viaje. Compartiendo otros
lugares, personas y alguna que otra aventura más en la Costa. Lo seguimos
haciendo en la siguiente entrada de “La Quinta”, así que nos volvemos a
encontrar pronto. Antes bien, como no podía ser de otra manera, nos despedimos
con música. "Nada se quedó... en mi propio corazón... Un gigante que despierta... y ya nada detiene". ¡Qué coincidencia!
¡Feliz
año nuevo desde Bosawas! ¿Y qué es Bosawas? ¿Dónde está? Es una de las dos
Reservas de la Biosfera de Nicaragua declaradas por la UNESCO. Como adelanto de
esta entrada comparto este video documental…
Bien
antes me gustaría compartir un poquito lo que fue la misión por Navidad que se
hizo a la I región, en los departamentos del norte del país, como siempre a
través de nuestra articulación como CEB en la CNP (Cristianos Nicaragüenses por
los Pobres). En la que una vez más tuve la oportunidad de ir a Santo Domingo,
en el departamento de Madriz, cerquita de Palacagüina. Se acuerdan de la
canción que compartimos en la entrada anterior… “¡Cristo ya nació, en
Palacagüina!”… Otros/as compañeros/as de misión fueron a La Laguna y Santa
Rosa. Allí pudimos compartir por unos días, el grupo de jóvenes que subimos, la
realidad de estas Comunidades, su vida campesina y las duras condiciones en las
que viven. No por ello dejando de perder su alegría y sobre todo esperanza y
confianza. Qué alegría al ver como la Comunidad en este último año ha ido
creciendo considerablemente, sintiéndose Iglesia de los pobres, protagonistas
de la misma, compartiendo juntos sus fortalezas y limitaciones en su lucha
particular por la vida digna, su vida.
Como
concluía don Rafael de Santo Domingo, hablando también de cómo había ido su
cosecha: “Aquí hacemos siempre todo lo que podemos”. Actitud que no deberíamos
de olvidar, como en todo, no se nos pide más que solo hacer lo que está en
nuestra mano, nada más. Que por nosotros, por cada uno/a, no quede por seguir
aportando a este mundo lo que nos corresponde.
Como
compartíamos al inicio, una vez acabada la misión, tuvimos la suerte de poder
pasar unos días en plena naturaleza. Qué mejor lugar para acabar y comenzar un
nuevo año que en el santuario de la naturaleza del Macizo de Peñas Blancas,
puerta de entrada de esta Reserva de la Biosfera, Bosawas. Para llegar antes se
requiere de casi todo un día de viaje entre bus y bus. Y qué coincidencia,
estando esperando en Matagalpa uno de los buses, pude hablar con poquito con
una adolescente que me empezó a preguntar de dónde era, al devolverle la
pregunta me dijo que ella era de Rancho Grande. Al preguntarle qué pensaba
sobre la minería, me dijo que no pensaba nada. Entonces le pregunté qué pensaba
todo el pueblo, a lo que me respondió que todos/as estaban en contra. Añadiendo
a su respuesta: “Ya sabe usted, que donde hay alguien que manda, otros tienen
que obedecer”. Haciéndome pensar en cómo se dan las relaciones de poder y cómo
se viven, recordando todo lo vivido en Rancho Grande, ese sueño y lucha por la
justicia tan particular y localizado en pueblo tan chiquito. (Ver la entrada compartida meses atrás). De igual
forma está pasando ahora con el Canal Interocéanico y cuánta violencia, no solo
estructural, está generando.
Siguiendo
con Bosawas, su nombre viene dado por los vocablos Río BOcay, Cerro SAslaya y
Río WASpuk (lugares limítrofes que sirven de referencia para la Reserva). Esta
región con tanta riqueza natural está ubicada al noreste del país,
comprendiendo el 15% del territorio nacional. Reconocido internacionalmente
como el Corredor Biológico de Centro América. En su Reserva se pueden encontrar
desde árboles de maderas preciosas, orquídeas de las más pequeñas a las más
grandes del mundo, así pasa igual con sus helechos. Albergando un sin fin de
plantas con gran valor medicinal. Respecto a su fauna se reportan unas 217
especies en peligro de extinción, 32 especies amenazadas, 14 en veda nacional y
17 protegidas.
Pero
no solo es el lugar de vida de plantas y animales sino también forman parte de
su ecosistema dos principales Comunidades indígenas, entre otras, Miskita y
Mayangna. Qué bonito es comprobar cómo su identidad como pueblo, como
comunidad, viene dada al mismo tiempo por el territorio, sintiéndose parte de
la naturaleza, tratando de no alterar su armonía, sino formando parte de la
misma.
Al
adentrarse en sus bosques, (que más que bosques parecen selva por la fuerza que
tiene su vegetación); por un momento uno puede sentirse dentro de la película
de AVATAR (aunque nos evoque todo esto), pero no, es Bosawás. Sus bosques, sus
aguas y su suelo hacen que no solo sean uno de los reductos de bosque más
importantes de la región, sino que constituye un almacén de carbono que permite
regular el clima local, regional como de todo el planeta. Por algo al mismo
tiempo se conoce a Nicaragua como uno de los países en el mundo con mayor
biodiversidad. Haciendo Bosawas un gran aporte para que sea así. Puesto que es
la única área física donde convergen la flora y la fauna del Norte y Sur
América.
Qué
fuerza tiene la naturaleza, cuánta vida y cómo fluye. Qué energía tiene y como
que se disfruta cuando uno puede conectarse, aunque sea por un momento, con
toda la naturaleza. Qué curioso y que diferente es al mismo tiempo, ya que no
es lo mismo que te lo cuenten pero tampoco mirar parte de este paraje desde
fuera. Para hacerse una pequeña idea, aunque sea, es necesario adentrarse en sus
bosques. No es lo mismo que ver el bosque desde fuera que desde dentro, es muy
diferente. Como en todo en la vida, en toda realidad, no es lo mismo quedarse
mirando todo acontecimiento desde fuera, que comprometerse, que poder conocer
desde la misma vida de las personas con las que uno/a va compartiendo la vida:
sus problemas, sus luchas, sus alegrías y esperanzas. Por eso me atrevo a
decir, como lo hace Katia Cardenal en una de sus canciones: “ya no podrán
arrancar ni una flor de mi corazón”…
Al
final no todo está tan fragmentado en la vida, sino más conectado de lo que
parece.