Allá
por diciembre, antes que se fuera Cynthia y aprovechando la visita de Judith,
nos terminamos de lanzar a la piscina, de pintura, que suponía realizar un
mural, las cuatro paredes de una de las salas de Samaritanas. Pensando que se
podía reaprovechar para los grupos de talleres de los más pequeños,
especialmente el grupo de estimulación temprana y el de niños/as de 7 a 10
años. Después se fueron sumando otras manos amigas del Proyecto que de una u
otra forma colaboraron también con pintar aquí o allá cada parte de la sala.
Un
poquito antes habíamos preguntado a los niños/as y a las mujeres que suelen
llegar con regularidad a los talleres, cómo se sentían en el Proyecto y cómo lo
representarían haciendo un dibujo. En muchos de los dibujos que nos entregaron
aparecía una casa, un árbol o un corazón. De una forma u otra interpretamos que
para ellas y ellos, Samaritanas supone un espacio de protección. Una de las
participantes comentó que para ella Samaritanas es como un árbol y que las
mujeres son los frutos de ese árbol.
La
explicación e interpretación que realizo es la combinación de sus aportes con
los que personalmente me imaginaba y plasmábamos mientras realizábamos el
mural, no teniendo que coincidir en su totalidad con el significado último de
todos/as los que colaboraron. Pero sí al que para todos/as nos pareció bonito
dándole cada uno/a, posiblemente con sus palabras, su propio significado. Es lo
que tiene el arte. De este modo nos pusimos en camino y poco a poco, entre rato
y rato de trabajo y algún que otro día de vacaciones, le fuimos dando forma al
dibujo y la pintura.
De
ahí que en la pared principal de la sala dibujáramos un gran árbol donde sus
frutos eran corazones. Y las hojas son las manos de algunas de las personas que
colaboramos en pintar el mural, con las manos de los niños/as, adolescentes y
mujeres de los talleres. Sus huellas no podían faltar. De ese árbol prenden dos
chinos (o columpios) donde hay dos niños jugando tranquilamente. Queríamos de
esta forma que se reflejara de alguna forma la igualdad de género en la
participación, en este caso de la recreación; y al mismo tiempo una referencia
a la naturaleza mediante dicho árbol.
Árbol
al que se le puede apreciar una pequeña semilla adentrada en la tierra… “¿A qué puedo comparar el Reino de Dios?
¿Con qué ejemplo puedo ilustrarlo? Es semejante a un grano de mostaza… que se
sembró en un jardín. Creció y se convirtió en un arbusto y los pájaros del
cielo se refugiaron en sus ramas.” (Lc.
13, 18-19).
Y
casi a la sombra de ese árbol, a ambos lados del mismo, en esa misma pared
también se pueden encontrar dos niñas. Una leyendo, haciendo referencia al
derecho de las niñas a la educación. Y otra jugando con un barrilete (o cometa),
que se eleva entre las nubes hasta casi tocar el sol, pudiendo representar de
esta forma todas las ilusiones, esperanzas y sueños “despiertos” de las
niñas/os y mujeres de Samaritanas.
Entre
ellas unas mariposas, otro de los símbolos para el Proyecto, ya que muchas de
las mujeres que llegan a Samaritanas lo hacen con toda su fragilidad a flor de
piel, vulneradas y violentadas, sobre todo en su autoestima y afectividad.
¿Puede haber algo más frágil en la vida de cualquier ser humano que su
afectividad herida? Son como mariposas de alas rotas, como canta Katia
Cardenal. Desde que llegué no ha habido día en el que no haya dejado de ver
mariposas, ya fueran de verdad, pintadas, en unas chapas (pendientes), en un
vestido, etc.
Siguiendo
a esa pared podemos encontrar en las dos ventanas, en una el sol que ilumina
toda sala, y apoyada en la otra un arco iris, tratando de transmitir armonía. Y
es que en medio y después de la lluvia y la tormenta, de los problemas y
dificultades, siempre esperamos que salga el sol y aparece el arco iris. En
medio de tanta violencia, no podrían faltar representadas de alguna forma, así,
su lucha y ganas de salir adelante. Esperar contra toda esperanza.
Simbolizada
también por esta planta que surge de la magma seca del volcán, centro de esa
misma pared, de la cual ya solo hacen erupción unas inofensivas vocales. Y como
se dice popularmente: Nicaragua, tierra de lagos y volcanes. Esa parte en negro
se ha pensado al mismo tiempo para que las niñas/os puedan pintar con tiza,
estando preparado para ello.
En
estas dos paredes aparece reflejado el día, en las otras dos de la sala,
quisimos reflejar la noche, coronada por la luna y las estrellas. En esta parte
aparecen reflejadas las casas, algunas con la luz encendida, todas habitadas y
en las que al mismo tiempo no hay necesidad que ninguna mujer necesite salir de
noche a la calle a buscar cómo ganarse la vida siendo violentado su cuerpo.
Y
en medio de la noche, a la luz de esa misma luna, un pozo… No podía faltar en
Samaritanas… “Jesús, cansado por la
caminata, se sentó al borde del pozo… Fue entonces cuando una mujer samaritana
llegó a sacar agua, y Jesús le dijo: dame de beber… La samaritana le dijo:
¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?
Jesús le contestó: Si supieras quien es el que te pide de beber, tú misma le
pedirías agua viva y él te la daría. Ella le dijo: Señor, no tienes con qué
sacar agua y el pozo es profundo. ¿Dónde vas a conseguir esa agua viva?...
Jesús le dijo: El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba
del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed.” (Jn. 4, 6b-14a).
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