jueves, 26 de febrero de 2015

Mural Samaritanas


Allá por diciembre, antes que se fuera Cynthia y aprovechando la visita de Judith, nos terminamos de lanzar a la piscina, de pintura, que suponía realizar un mural, las cuatro paredes de una de las salas de Samaritanas. Pensando que se podía reaprovechar para los grupos de talleres de los más pequeños, especialmente el grupo de estimulación temprana y el de niños/as de 7 a 10 años. Después se fueron sumando otras manos amigas del Proyecto que de una u otra forma colaboraron también con pintar aquí o allá cada parte de la sala.


Un poquito antes habíamos preguntado a los niños/as y a las mujeres que suelen llegar con regularidad a los talleres, cómo se sentían en el Proyecto y cómo lo representarían haciendo un dibujo. En muchos de los dibujos que nos entregaron aparecía una casa, un árbol o un corazón. De una forma u otra interpretamos que para ellas y ellos, Samaritanas supone un espacio de protección. Una de las participantes comentó que para ella Samaritanas es como un árbol y que las mujeres son los frutos de ese árbol.


La explicación e interpretación que realizo es la combinación de sus aportes con los que personalmente me imaginaba y plasmábamos mientras realizábamos el mural, no teniendo que coincidir en su totalidad con el significado último de todos/as los que colaboraron. Pero sí al que para todos/as nos pareció bonito dándole cada uno/a, posiblemente con sus palabras, su propio significado. Es lo que tiene el arte. De este modo nos pusimos en camino y poco a poco, entre rato y rato de trabajo y algún que otro día de vacaciones, le fuimos dando forma al dibujo y la pintura.


De ahí que en la pared principal de la sala dibujáramos un gran árbol donde sus frutos eran corazones. Y las hojas son las manos de algunas de las personas que colaboramos en pintar el mural, con las manos de los niños/as, adolescentes y mujeres de los talleres. Sus huellas no podían faltar. De ese árbol prenden dos chinos (o columpios) donde hay dos niños jugando tranquilamente. Queríamos de esta forma que se reflejara de alguna forma la igualdad de género en la participación, en este caso de la recreación; y al mismo tiempo una referencia a la naturaleza mediante dicho árbol.


Árbol al que se le puede apreciar una pequeña semilla adentrada en la tierra… “¿A qué puedo comparar el Reino de Dios? ¿Con qué ejemplo puedo ilustrarlo? Es semejante a un grano de mostaza… que se sembró en un jardín. Creció y se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se refugiaron en sus ramas.”  (Lc. 13, 18-19).


Y casi a la sombra de ese árbol, a ambos lados del mismo, en esa misma pared también se pueden encontrar dos niñas. Una leyendo, haciendo referencia al derecho de las niñas a la educación. Y otra jugando con un barrilete (o cometa), que se eleva entre las nubes hasta casi tocar el sol, pudiendo representar de esta forma todas las ilusiones, esperanzas y sueños “despiertos” de las niñas/os y mujeres de Samaritanas.


Entre ellas unas mariposas, otro de los símbolos para el Proyecto, ya que muchas de las mujeres que llegan a Samaritanas lo hacen con toda su fragilidad a flor de piel, vulneradas y violentadas, sobre todo en su autoestima y afectividad. ¿Puede haber algo más frágil en la vida de cualquier ser humano que su afectividad herida? Son como mariposas de alas rotas, como canta Katia Cardenal. Desde que llegué no ha habido día en el que no haya dejado de ver mariposas, ya fueran de verdad, pintadas, en unas chapas (pendientes), en un vestido, etc.


Siguiendo a esa pared podemos encontrar en las dos ventanas, en una el sol que ilumina toda sala, y apoyada en la otra un arco iris, tratando de transmitir armonía. Y es que en medio y después de la lluvia y la tormenta, de los problemas y dificultades, siempre esperamos que salga el sol y aparece el arco iris. En medio de tanta violencia, no podrían faltar representadas de alguna forma, así, su lucha y ganas de salir adelante. Esperar contra toda esperanza.


Simbolizada también por esta planta que surge de la magma seca del volcán, centro de esa misma pared, de la cual ya solo hacen erupción unas inofensivas vocales. Y como se dice popularmente: Nicaragua, tierra de lagos y volcanes. Esa parte en negro se ha pensado al mismo tiempo para que las niñas/os puedan pintar con tiza, estando preparado para ello.


En estas dos paredes aparece reflejado el día, en las otras dos de la sala, quisimos reflejar la noche, coronada por la luna y las estrellas. En esta parte aparecen reflejadas las casas, algunas con la luz encendida, todas habitadas y en las que al mismo tiempo no hay necesidad que ninguna mujer necesite salir de noche a la calle a buscar cómo ganarse la vida siendo violentado su cuerpo.


Y en medio de la noche, a la luz de esa misma luna, un pozo… No podía faltar en Samaritanas… “Jesús, cansado por la caminata, se sentó al borde del pozo… Fue entonces cuando una mujer samaritana llegó a sacar agua, y Jesús le dijo: dame de beber… La samaritana le dijo: ¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? Jesús le contestó: Si supieras quien es el que te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva y él te la daría. Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo. ¿Dónde vas a conseguir esa agua viva?... Jesús le dijo: El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed.” (Jn. 4, 6b-14a).

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