La parada más cercana está a unos 5 minutos de
casa. Únicamente señalizada por la gente que espera en el lugar que normalmente
suele parar el autobús cuando pasa por allí. Pero antes de llegar a ella he de cruzar la
avenida suburbana, donde hay paso de cebra pero cómo si no existiera. Convirtiéndose
esta temeraria acción (conociendo cómo es el tráfico en Managua) en un deporte
de riesgo.
La ruta pasa con mucha frecuencia, más que en
Alicante, por lo que creo que por este motivo decidieron no poner los
avisadores que tenemos en España para la llegada del bus. Cuando llega, nada
más subir pagas al conductor los 2,50 Córdobas que cuesta el viaje (unos 6
céntimos de Euro aproximadamente). Para después buscar asiento, no siempre
fácil, y si no tratar de situarme en el fondo del mismo para poder tener la
salida cerca cuando se llene el bus. Según lo que indica un cartel en todos los
autobuses pueden ir 40 personas sentadas y otras 40 de pie. Algo no muy cómodo
teniendo en cuenta que los vehículos no son muy grandes, por lo que cuando se
da este hecho, todos resultamos ir bastante apretaditos. Con lo esto conlleva…
Ir en bus te permite conocer la diversidad de la
gente. Sin aire acondicionado es importante abrir las ventanas para que al
menos pueda correr un poco de aire. En marcha, bajamos hasta la rotonda de “El
periodista” para ir a la siguiente “Plaza España”. Todas ellas decoradas por
unas luces de colores, como si de un árbol de Navidad se tratara. También
acompañados, como en todas las rotondas,
por la publicidad populista empleada por el gobierno de Daniel Ortega, del
Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Seguimos en dirección a la laguna Tiscapa,
inmediatamente al pasar el hospital militar, y después de la sede de las
Naciones Unidas. Dicha laguna es de origen volcánico, creando al mismo tiempo una
depresión orográfica. Bordeándola encontramos en el lado opuesto, en lo más
alto, una estatua de la silueta de Augusto Sandino (líder
carismático y precursor de la revolución que décadas después de su muerte
triunfó).
Poco a poco, nos vamos acercando a nuestro destino,
pero todavía queda lejos a pie, antes tenemos que atravesar una de las partes del
“Oriental” (según dicen el mercado más grande de todo centro América, donde
puedes encontrar de todo y en el que siempre conviene ir con cierta prudencia).
Algo que no le resulta nada fácil al autobús ya que hay puestos que casi están
en la misma carretera, por la misma que también camina la gente. Las voces, la
gente pasando, aguadores, carromatos, motos y coches que se cruzan… crean un
ambiente casi caótico (sobre todo esa era mi sensación cuando llegué). Una vez
que conseguimos cruzarlo el bus se dirige finalmente hacia el sur, para ya en
cinco minutos atravesar la rotonda Cristo Rey. A lo que estoy atento para que
el conductor no se pase la parada, dando unos golpes en la parte superior de la
puerta y si no para del todo gritarle: “¡suave, suave!”. Tal y como también
está siendo mi adaptación en Managua.
Todo tan diferente... Ánimo, Pablo!
ResponderEliminarMuchas gracias por la crónica, nos hace estar un poco ahí compartiendo contigo.
ResponderEliminarSuave, suave... así es la lluvia que en este momento cae en Valencia. Te cuento Pablo que hemos tenido nieve, frío, lluvia... ahora estamos a las puertas de otro temporal de lluvia. Seguro que la ruta 104 será ruta también para asomarte a muchas vidas y a muchas historias. Y aunque no tengáis por allí muchos temporales de frío, ni de lluvia... suave suave desciende el amor de Dios sobre las vidas de aquella gente, los preferidos de Dios, los pequeños, los últimos. "Mi Palabra será como la lluvia, que al caer desde el cielo, empapa la tierra, la hace fecunda, la llena de vida"
ResponderEliminarGracias por tus noticias, siempre me ayudan a poner esperanza en la vida, y me ayudan a seguir descubriéndote cerca, aunque a muchos kilómetros.
Un abrazo fuerte
Hola Pablo me alegra comprobar que ya no gateas sino que das tus primeros pasos, me ha encantado poder hacer la ruta 104 junto a ti porque me parece preciosa, un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarCuanta vida en esta ruta 104, cuanta vida en ese autobús, en esas calles, en esas gentes. Este articulo me ha hecho mucho pensar en los viajes que hago este año en cercanías hasta comillas, con cuantas gentes también me cruzo, cuantas vidas pasan por nuestro lado. Es necesario que abramos los ojos porque Dios también se vale de todo esta gente, de todos estos viajes para darse a conocer. Es algo que tenemos que no perder la capacidad mirar con otros ojos la vida que nos rodea y que en ocasiones nos supera y nos impide incluso vividla.
ResponderEliminarHola Pablo, saludos desde Elche. Me encanta tu bolg, tan descriptivo (tiene mucho de antropológico, jaja). Un beso
ResponderEliminarToñi