Comparto ahora estas palabras que me han servido para agradecer tanto vivido... Después de estos dos años tan intensos qué
puedo decir, resulta complicado resumir en palabras todo lo vivido y
compartido… No es fácil, pero vamos a intentarlo, como siempre hemos hecho juntos.
Ha sido tan intenso, que siento que he cambiado. Lara me decía hace unos días,
desde su mirada antropológica y siempre amigable: “Todo encuentro cambia”.
Ustedes sin duda me han cambiado,
al compartir nuestras vidas, y me han
hecho necesariamente mirar la realidad con otros ojos. Todavía es pronto para
saber hasta qué punto, quizá el tiempo me ayude a saber hasta dónde. De ante
mano, les digo a todos/as: GRACIAS por tantos encuentros. Y al mismo tiempo
PERDÓN, si por mi parte he podido provocar algún desencuentro no remendado. Encuentros
todos, en los que siempre encontré acogida, alegría y mucha cercanía, y
conforme fue pasando el tiempo, un gran cariño.
Llegados a este punto, siento que estas
palabras que diré cobran mayor sentido: “Te
doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeños. Sí,
Padre, pues tal ha sido tu voluntad.” (Lc. 10, 21b). El gran regalo que he
podido recibir en este tiempo indudablemente son ustedes mismos/as, sus
personas. El haber podido vivir entre ustedes, compartiendo sus luchas, ahora
las nuestras; su pasión por la vida, su compromiso y el trabajo por la
justicia, confiando siempre en un Dios liberador para todos y todas sin
excepciones.
Llegar a América y visitar El Salvador, antes
que Nicaragua, y poder repasar más de cerca la vida de Monseñor Romero, el gran
profeta de este continente, no fue una mera coincidencia. Siento que me
preparó, como antesala, para encontrarme con las consecuencias de las
injusticias que él mismo denunció, y ustedes me mostraron. Ahora seguimos
luchando como ciudadanos y creyentes por nuestros derechos y nuestro país, y al
mismo tiempo como Comunidades Eclesiales de Base por una Iglesia más popular,
siempre al lado de los pobres y desde ellos; Iglesia: Pueblo de Dios.
Quisiera parafrasear a Dom Pedro Casaldáliga,
otro de los profetas vivos de nuestra América… lo contrario de la fe y la
esperanza no es la duda, sino el miedo. ¡No tengamos miedo! Sigamos comprometiéndonos,
trabajando, luchando, anunciando y denunciando, siempre en favor una Vida digna
y abundante para todos y todas, siendo Buena Noticia; por encima de toda
estructura social, política, económica y religiosa, sea cual sea. Pero siempre
siguiendo a Jesús hecho carne que camina por nuestras calles, nuestros barrios,
nuestro país, nuestro mundo. Sintiéndonos impulsados por él, y como hemos proclamado
en otras ocasiones: ¡Porque creemos en el Dios de la Vida, luchamos por la
Vida!
Sin duda, juntos hemos caminado... Juntos,
hemos luchado contra toda violencia practicada a los niños, niñas, adolescentes
y las mujeres. Juntos, nos hemos comprometido por una vida digna para todos y
todas, con amor apasionado y esperanza inquebrantable, como nos recuerda con su
vida otro de nuestros amigos y profetas vivos, Arnaldo. Juntos, hemos ido de
misiones compartiendo la vida, más que austera, de nuestros hermanos y hermanas
campesinas. Juntos, en Mokorón y Rancho Grande, hemos defendido la Madre Tierra
como la casa de todos y todas, que merece ser cuidada y respetada. Juntos,
hemos aprendido a endulzarnos y celebrar la vida haciendo pan y pasteles.
Juntos, en Comunidad, hemos compartido nuestra vida y celebrado nuestra fe
encarnada en el Pueblo. Juntos hemos vivido momentos llenos de compromiso, y
desvelado también otros tantos pequeños, casi invisibles a los ojos, llenos de
ternura y esperanza. En mis maletas ya no cabe ropa, son tantos recuerdos… es
tanta VIDA la que hemos compartido…
Y ya que ésta, es una historia de amor, de
esperanza… de profetas. Me van a permitir mediante este micrófono de profeta,
que tantas veces ha sido utilizado en nuestras reuniones, citar y encarnar hoy,
en nuestra historia, estas palabras de Isaías: “Pronto, muy pronto, falta muy poco tiempo para que el Líbano se
convierta en un jardín y que el jardín, en cambio, pase a ser un zarzal. Aquel
día, los sordos oirán las palabras de un libro, y libres de la sombra y de las
tinieblas, los ojos de los ciegos volverán a ver. Los humildes aún se alegrarán
con Dios y los más pobres quedarán felices con Él, pues ya no habrá más
opresor. Habrá desaparecido el que se reía de todos y habrán sido eliminados
todos los malvados… (que) niegan por una coma, el derecho del bueno. Por todo
esto, así lo declara Yavé.” (Is. 29, 17-22a)
Pronto, muy pronto… los niños, niñas,
adolescentes y mujeres de Samaritanas vivirán libres de toda violencia. Pronto,
muy pronto… los niños y niñas de NATRAS no tendrán necesidad de trabajar,
dedicándose solo a estudiar y a jugar. Pronto, muy pronto… los jóvenes y
mujeres de la Escuela Técnica, capacitadas, se sentirán realizadas y
encontrarán un trabajo digno. Pronto, muy pronto… los niños y niñas de las Ollas
de Soya superarán la subnutrición y crecerán haciéndose fuertes e inteligentes.
Pronto, muy pronto… las niñas y adolescentes de Casa Hogar sanarán sus heridas
y seguirán desarrollándose sin violencia. Pronto, muy pronto… las comunidades
campesinas gozarán y participarán de una vida digna por encima de toda desigualdad.
Pronto, muy pronto… las Comunidades Eclesiales de Base dejarán de ser renuevo,
dando lugar a toda una sociedad nueva y una Iglesia renovada, de hombres nuevos
y mujeres libres. Y volviendo otra vez con Pedro Casaldáliga… ¡Ahora! ¡Ya! El
Reino de Dios avanza y, nosotros y nosotras vamos en él, caminamos haciendo
historia, historia de los y las humildes de nuestro mundo. No dejemos de
caminar, de soñar despiertos y despiertas… Vivamos de Esperanza.
Para ir terminando, mediante otras tantas
palabras que serían siempre insuficientes para describir lo que el alma siente,
como diría Julio Cortázar, pero que se acercan y me ayudan a seguir
compartiendo con ustedes lo que siento. Hace unas semanas me reencontré, casi
de casualidad, con estas líneas que escribí justo antes de llegar a Nicaragua
hace más de dos años, ahora son de mayor agradecimiento todavía; habiéndolas
adaptado para este momento:
“Gracias… Tú ya sabes lo que siento, antes que
te lo cuente. Conoces mis luces y mis
sombras. Lo conoces todo de mí mientras que yo no dejo nunca de preguntarme
quién eres y lo que quieres de mí. Conoces mis agobios y preocupaciones, al
mismo tiempo aquello que me hace soñar. Siento que en muchos momentos tus
sueños y los míos coinciden. Son los que me llevaron a este tiempo y espacio
que hemos compartido juntos en Nicaragua.
Es imposible reducirte a palabras, pero si tuviera que hacerlo, diría que eres PRESENCIA. Una presencia que todo lo puede y, en la que sobre todo te manifiestas con amor, con compasión, desde lo pequeño e insignificante de cada día para muchos. En la que no dejas de hacerte presente en el camino de mi vida y lo haces no solo de mi familia, sino también de mis amigos y amigas, que en este tiempo se han multiplicado, ahora ya por América; mostrándome que la solidaridad y la justicia no entienden de fronteras.
Juntos nos hemos comprometido, alegrado, reído,
trabajado, luchado, cansado, ofuscado, en algún que otro momento, enojado,
perdonado, amado, llorado, mojado, sudado, cocinado, bailado, jugado, pintado…
sencillamente, entre otras tantas cosas más, hemos vivido. Y lo seguiremos haciendo porque creemos en un
mundo más Tuyo. Donde se haga más presente y visible tu Reino, siempre de
Justicia, de Paz, Amor y Verdad.
Gracias, Jesús, amigo y compañero de jornada, porque durante todo este tiempo también me has ayudado a conocerme mejor. Y me llevas a comprender el mundo y la vida con otros ojos. Porque en estas últimas semanas has ido convirtiendo mis miedos en tranquilidad y confianza. Sigue regalándome, a tu modo, paciencia, sencillez y apertura de corazón; para poder ser así más sensible y seguir aprendiendo todo lo que me tienes preparado, y ya estoy recibiendo.
Ayúdame a estar siempre al servicio y que allí donde esté sepa seguir anunciando tu Palabra y denunciando la injusticia, pudiendo colaborar con vos a liberar a los oprimidos y oprimidas de nuestro mundo, donde me encuentre, sabiendo acompañar a los que más sufren. Porque creo en ti y sé que te encarnas especialmente en quien más lo necesita. Ayúdame a seguir reconociéndote aún más a través de las personas que seguirás poniéndome delante. Como siempre gracias por todo, por el regalo que me has hecho, por tanta vida regalada y entregada en este rinconcito de tu América, tan tuya, tan nuestra, que ahora la siento mía.” Agradecido siempre. Pablito.